Callejeando por Cervera
Y es que nos encontrábamos felices cada vez que abandonábamos los muros del Colegio y disponíamos de una cierta libertad de movimiento y podíamos hablar sin restricciones entre nosotros.
En aquel entonces, mediados de los años 60, las tardes de un día cualquiera en la localidad palentina de Cervera de Pisuerga, en nuestro norte provincial, transcurrían tranquilas y medianamente silenciosas hasta que, de pronto, los murmullos altisonantes de las decenas de conversaciones de los chicos del Colegio de los alemanes, que éramos nosotros, rompíamos esa quietud a medida que atravesábamos alegres y vocingleros en fila de a tres sus calles centrales, donde apenas si circulaba algún coche, camino del campo de fútbol municipal de la Bárcena, de la cercana localidad de Arbejal y el pantano de la Requejada, o incluso con rumbo a alguna otra pequeña población de los alrededores para tratar de pasar de manera divertida las horas que aún restaban de aquella tarde que teníamos libre.
De ahí ese murmullo creciente de nuestras conversaciones dentro del grupo cuando atravesábamos las calles de Cervera; aunque en el fondo echásemos en falta el no poder caminar totalmente libres por la localidad y poder disponer de algunas monedas en nuestros bolsillos para permitirnos el pequeño lujo de comprar algunos dulces en el quiosco de la plaza, como lo hacían los chavales del pueblo que no estaban en el internado y quedaban libremente con sus amigos para poder recorrer las calles sin cortapisas hasta que llegase la noche.
Debíamos formar en cada ocasión un pequeño torbellino de voces bastante audibles en los alrededores de la calle por la que cruzábamos, lo que ocasionaba que de vez en cuando hasta notásemos cómo las gentes se asomaban a las ventanas de sus casas para vernos pasar.
Y si en ocasiones, quien se asomaba era alguna que otra chiquilla joven, nosotros, que la habíamos detectado pronto, sólo nos atrevíamos a mirarla cargados de rubor en nuestras mejillas, y seguíamos nuestro camino sin ni siquiera un adiós, pues a tal rigidez en las normas ascendía nuestra educación.
Pero con todo y con eso, lo que sí quedaba patente en aquellos momentos era que estábamos dejando muestra, bien a las claras, de que nuestro paso por las calles de Cervera no era precisamente silencioso, sino lleno de vitalidad, como correspondía a unos chavales que, a pesar de las condiciones generales que habíamos asumido para con nuestros superiores durante nuestra estancia en el Colegio, nos sentíamos con fuerzas y con unas ganas de vivir a prueba incluso de la rigidez del día a día.
Nosotros, unos chavales que apenas si habíamos iniciado la pre adolescencia y ya estábamos enfrentándonos a aquella clara severidad de las normas.
SOBRE ESTA BITÁCORA

Esta bitácora nace en noviembre de 2008 con el ánimo de divulgar historias curiosas y entretenidas. Son 17 años acudiendo diariamente a la llamada de amigos que vienen de todo el mundo. Con +6.709.000 visitas, un mapa del románico abierto a finales de 2023 que ya ha recibido +805.500 consultas y +6.100 artículos en nuestra hemeroteca, iniciamos una nueva andadura. Comparta, Comente, síganos por nuestros canales de Telegram y Wasap. Y disfrute. ¡Es gratis!
Hablas Javier de “muros del colegio”, de “rigidez” y “severidad” en el internado, por lo que no es de extrañar que sintieseis la libertad al salir de paseo por las calles de Cervera, a pesar de que la libertad “no era total”. Caminabais casi en formación y llamabais la atención de los paisanos de la localidad, y ante tanta restricción en el colegio es normal que prestaseis atención a las chavalas que asomaban a las ventanas, o que encontrabais por la calle. Una educación demasiado estricta y religiosa, la de los años 60 en la época franquista, imagino que difícil de soportar para los que estabais internos en el colegio.
ResponderEliminarPues así era, Alfonso, tal y como lo cuento con los ojos, el pensamiento y la realidad de ahora, algo que pasaba en aquellos años, cuando el que más y el que menos de los chavales/chavalas de aquella época estuvieron en internados de este tipo, porque era la forma de poder seguir estudiando en las zonas rurales. Es lo que había. Y todos se movían en parecidos términos en este sentido. Saludos.
EliminarPues a propósito de este post, ya sabrás que el colegio está en ruinas y bien vendría un revolcón para buscarle utilidad como centro cultural. Un abrazo Javier y buen fin de semana.
ResponderEliminarYa sé, ya sé de la situación en la que anda este Colegio, Froilán; visioné algunas fotos que así lo demuestran. Pasa igual que con otros centros de este tipo abandonados en otros lugares de nuestra provincia. Se intentó venderlo en su día pero nada; y es muy difícil que alguien, alguna institución se haga cargo de él para dedicarlo a alguna actividad de nuestros tiempos, muy difícil, imposible casi. Saludos.
EliminarTengo que decir que yo estudié un año en el antiguo colegio regentado por los padres alemanes. Tenía menos de 10 años, pero hay dos cosas de las cuales no me puedo olvidar y que me llamaron la atención. Una fue que cuando salíamos para ir a jugar cruzando Cervera , los que eran de adolescentes para arriba agarraban las colillas en el camino y se las fumaban y otra que a mí me pusieron a pelar patatas y me dice experto y me asignaron un cuidador que no me dejaba ni a sol ni a sombra vigilando en todas las comidas para que no abriera la boca cuando comía.
ResponderEliminar