La ejecución de Gorguloff

Cuando acaba de ser borrada la pena de muerte por suprema decisión del Parlamento, del Código Penal español, llega a Francia la noticia de la ejecución de Gorguloff, tristemente célebre asesino de Doymer.

La guillotina —con su vieja y fúnebre aureola revolucionaria— ha vuelto a funcionar en un arrabal de París—"la ciudad de los brazos abiertos—, cuna de las libertades y escenario de todos los avances del progreso. Y la cabeza de un hombre extraño y anormal, que, cegado por quien sabe qué irrefrenables turbulencias ideológicas, arrebató la vida al Presidente de la República francesa, ha caído segada por la cuchilla del fúnebre aparato, ante el gesto de espanto de una muchedumbre congregada en el lugar de la ejecución presa de una curiosidad malsana.

Los periódicos han reproducido todos los detalles de la ejecución y Gorguloff, —hombre de psicología misteriosa—, ha perfilado por última vez su actualidad trágica sobre el panorama del mundo. Al borde de la guillotina, Gorguloff, maniatado como un fantoche grotesco balanceado sobre la muerte, ha tenido frases y gstos de frialdad.

Un recuerdo emocionado para la Rusia lejana y bienamada, agitada por las conmociones de una revolución debatida por todas las tendencias. Y un adiós desgarrado para la esposa buena con una petición de perdón. Así —con esa solemne resignación de la tragedia inevitable— se ha repetido una vez más, sobre el escenario cosmopolita y alegre de París, la horrible escena de una ejecución impuesta por un Código y unos hombres de toga.

He aquí la vieja evocación de la Ley del Talión, traducida en ese gesto imperturbable del actual Presidente francés, negándose a firmar el indulto de Gorguloff.

Diario Palentino 15 de Septiembre de 1932

Nota de Curiosón