Del amor y otros puertos
Cuando se ama de verdad, no se pierde nada. Eso es lo que le ocurre al poeta Carlos Frübert de Burgos, premio Francisco Javier Martín Abril, 1999; reconocido y laureado en numerosos certámenes, entre ellos el Juan de Baños, Jorge Manrique o Botijo de Oro de Dueñas…
Cuando se ama se superan todas las cruces de la vida, porque la vida es un cúmulo de soledad y anhelo, de conquista y derrota, donde al hombre se le muestran diferentes caminos, todos aparentemente buenos a sus ojos, y todos, querido lector, tú bien lo sabes, con tramos difíciles, montañas que se nos hacen desmesurados picos; puentes rotos, cuando mueren aquellos que te ponían más fácil cada mañana el reto; carreteras cortadas, cuando los cimientos se resienten; extenuado el hombre de luchar contra la tempestad, buscando la compañía que le alivie, una voz que le devuelva el estímulo, una mano que le ayude.
Cuando se ama, uno lo entrega todo, no hay una despensa de reserva donde se puedan esconder trocitos de uno mismo. Muy pocos se plantean dejar rescoldos escondidos para lucir después heroicidades, porque sabemos que allá donde vayamos, allá donde culmine nuestro viaje, todos los seres con los que tropecemos habrán pasado o pasarán por circunstancias similares.
El poeta lo sabe y descolla el fenómeno con esa seguridad que da el haber vivido, aunque suba con frecuencia la niebla a los barrancos y las gargantas abrasadas miren los cauces secos de los ríos. Así es como vamos conjugando lo que vemos con lo que vimos; aquellas gentes, aquellos pueblos, los viejos caminos donde fuimos enterrando las penas, donde conjugamos los primeros deseos. Vivimos y morimos un poco cada día y es verdad que cerramos los ojos en ocasiones convencidos de que ya no quedan asideros, de alguna manera derrotados por las circunstancias que nos van envolviendo; cuando tampoco nos sirven las palabras de apoyo que nos remiten con todo el sentimiento aquellos que nos quieren.
El poeta responde a la emoción que nos embarga, porque vivimos en penumbra. Vamos lentos, con miedo a tropezar. Hay noticias de paz que no acaban de darse, como si nos negáramos el tiempo breve que vivimos. Todo ese cúmulo de ausencias provocan la soledad en el hombre que canta, porque se sabe pequeño para hacer frente a tanto dolor.
Debemos buscar el equilibrio en las buenas noticias. En el mundo existen también personas que se entregan a una noble causa, y en la vida de cada ciudad, de cada barrio, muchas personas trabajan en silencio para hacer realidad pequeños sueños: el arreglo de un local, la operación de un niño, la donación de un órgano, la compañía a un enfermo…
Como el otoño duerme la luz entre sus brazos
acuño tu recuerdo con mi canción amante,
y bogan por el viento las velas de las nubes
como navíos tristes perdidos en los mares…/
Cuando se ama, uno lo entrega todo, no hay una despensa de reserva donde se puedan esconder trocitos de uno mismo. Muy pocos se plantean dejar rescoldos escondidos para lucir después heroicidades, porque sabemos que allá donde vayamos, allá donde culmine nuestro viaje, todos los seres con los que tropecemos habrán pasado o pasarán por circunstancias similares.
El poeta lo sabe y descolla el fenómeno con esa seguridad que da el haber vivido, aunque suba con frecuencia la niebla a los barrancos y las gargantas abrasadas miren los cauces secos de los ríos. Así es como vamos conjugando lo que vemos con lo que vimos; aquellas gentes, aquellos pueblos, los viejos caminos donde fuimos enterrando las penas, donde conjugamos los primeros deseos. Vivimos y morimos un poco cada día y es verdad que cerramos los ojos en ocasiones convencidos de que ya no quedan asideros, de alguna manera derrotados por las circunstancias que nos van envolviendo; cuando tampoco nos sirven las palabras de apoyo que nos remiten con todo el sentimiento aquellos que nos quieren.
El poeta responde a la emoción que nos embarga, porque vivimos en penumbra. Vamos lentos, con miedo a tropezar. Hay noticias de paz que no acaban de darse, como si nos negáramos el tiempo breve que vivimos. Todo ese cúmulo de ausencias provocan la soledad en el hombre que canta, porque se sabe pequeño para hacer frente a tanto dolor.
Debemos buscar el equilibrio en las buenas noticias. En el mundo existen también personas que se entregan a una noble causa, y en la vida de cada ciudad, de cada barrio, muchas personas trabajan en silencio para hacer realidad pequeños sueños: el arreglo de un local, la operación de un niño, la donación de un órgano, la compañía a un enfermo…
Como el otoño duerme la luz entre sus brazos
acuño tu recuerdo con mi canción amante,
y bogan por el viento las velas de las nubes
como navíos tristes perdidos en los mares…/
Última actualización, Feb2025 | 382👀
De la sección “Buenas noticias”, en “Diario Palentino”, 14/10/1999
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