Impuestos y Servicio Militar
- La unidad contributiva era el as ó milena, porción de tierra que servía de base para imponer la cuota que el propietario debía satisfacer al Erario público.
Algunos autores han creído que con la palabra "milena", se indicaba algo parecido a lo que modernamente se llama amillaramiento, y aun cuando carezcamos de datos para establecer de una manera cierta esta analogía, es presumible que la idea sea la misma. El tipo para señalar la cuota que debía satisfacerse por la riqueza inmueble, era, según unos, el 5 por 100, y según otros, el 10. Con el tiempo se permitió que las tierras adjudicadas primitivamente a los visigodos, pasaran a los hispano-romanos y viceversa, pero conservando su carácter, y estando, por tanto, libres de todo género de tributos las de los primeros, y no la de los segundos.
Bajo la acción de Comes thesaurorum, había funcionarios especiales, Numerarios, encargados de la percepción de los impuestos. El importe de las multas que según más adelante diremos, era una de las penas que existían entre los visigodos, que iba a parar al Tesoro Público,
Al lado de estos impuestos, había entre los visigodos ciertas prestaciones personales, con carácter obligatorio, ya conocidas de nosotros desde época romana, como eran, principalmente, el servicio de alojamiento y bagajes y el de correo público.
El servicio militar entre los visigodos, era general y obligatorio. Tan en absoluto consignaban las leyes godas este precepto, que hasta los eclesiásticos se hallaban obligados a prestar el servicio militar, y sólo se exceptuaban de él los menores de 20 años y los enfermos.
No era el formar parte del ejército, entre los visigodos, sólo una carga, sino que revestía los caractéres de un honor, pues sólo se consideraba ciudadano libre a aquel que estaba en disposición de empuñar las armas, y de aquí que el pueblo hispano no formara nunca parte del ejército.
La organización del ejército descansaba en el sistema decimal. Los jefes, "Prepósitos de la hueste", recibían el nombre de milenarios, quingentenarios, centenarios y decuriones, según el número de soldados que mandases, si era mil, quinientos, ciento, o diez, respectivamente. A su frente se hallaba el Comen exercitum.
La convocatoria se hacía a son de cuerno, en caso de una necesidad imprevista. De no haber tal urgencia, lo hacía el monarca, colocándose edictos con su nombre, con su orden, en las capitales y poblaciones importantes de las provincias.
Los que tenían esclavos, debían llevar a la guerra la mitad de los que poseyesen. Los soldados no percibían sueldo alguno, pero mientras prestaban el servicio activo, les mantenía el Estado y a su conclusión recibían en premio por sus servicios tierras para que las cultivasen.
Ya en la época que examinamos, puede hablarse con alguna propiedad de relaciones internacionales, puesto que en ella comenzaron a dibujarse las nacionalidades en los diferentes reinos que surgieron sobre las ruinas del imperio romano.
Claro es que el derecho internacional, en el concepto y con el carácter que hoy tiene, no fue conocido de los visigodos, ni pudo serlo, porque no era dado que existieran las relaciones internacionales, basadas en los vínculos de fraternidad que deben de existir entre los hombres todos, hasta tanto que ese gran principio proclamado por el Cristianismo, produjera sus naturales consecuencias. Sin embargo, por lo que a nuestros propósitos importa, debemos consignar que las relaciones sostenidas por los visigodos con los demás pueblos, fueron, por lo común, belicosas, y no pacíficas.
Última actualización: Feb2025 | 310👀
Historia General del Derecho Español
Es propiedad del Autor.
Queda hecho el depósito que marca la Ley.

Al lado de estos impuestos, había entre los visigodos ciertas prestaciones personales, con carácter obligatorio, ya conocidas de nosotros desde época romana, como eran, principalmente, el servicio de alojamiento y bagajes y el de correo público.
El servicio militar entre los visigodos, era general y obligatorio. Tan en absoluto consignaban las leyes godas este precepto, que hasta los eclesiásticos se hallaban obligados a prestar el servicio militar, y sólo se exceptuaban de él los menores de 20 años y los enfermos.
No era el formar parte del ejército, entre los visigodos, sólo una carga, sino que revestía los caractéres de un honor, pues sólo se consideraba ciudadano libre a aquel que estaba en disposición de empuñar las armas, y de aquí que el pueblo hispano no formara nunca parte del ejército.
La organización del ejército descansaba en el sistema decimal. Los jefes, "Prepósitos de la hueste", recibían el nombre de milenarios, quingentenarios, centenarios y decuriones, según el número de soldados que mandases, si era mil, quinientos, ciento, o diez, respectivamente. A su frente se hallaba el Comen exercitum.
La convocatoria se hacía a son de cuerno, en caso de una necesidad imprevista. De no haber tal urgencia, lo hacía el monarca, colocándose edictos con su nombre, con su orden, en las capitales y poblaciones importantes de las provincias.
Los que tenían esclavos, debían llevar a la guerra la mitad de los que poseyesen. Los soldados no percibían sueldo alguno, pero mientras prestaban el servicio activo, les mantenía el Estado y a su conclusión recibían en premio por sus servicios tierras para que las cultivasen.
Ya en la época que examinamos, puede hablarse con alguna propiedad de relaciones internacionales, puesto que en ella comenzaron a dibujarse las nacionalidades en los diferentes reinos que surgieron sobre las ruinas del imperio romano.
Claro es que el derecho internacional, en el concepto y con el carácter que hoy tiene, no fue conocido de los visigodos, ni pudo serlo, porque no era dado que existieran las relaciones internacionales, basadas en los vínculos de fraternidad que deben de existir entre los hombres todos, hasta tanto que ese gran principio proclamado por el Cristianismo, produjera sus naturales consecuencias. Sin embargo, por lo que a nuestros propósitos importa, debemos consignar que las relaciones sostenidas por los visigodos con los demás pueblos, fueron, por lo común, belicosas, y no pacíficas.
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