El cronista Ayala
"E fue el rey don Pedro, dice el cronista Ayala, asaz grande cuerpo, e blanco e rubio, e ceceaba un poco en la fabla. Era muy cazador de aves. Fue muy sofridor de trabajos. Era muy templado e bien acostumbrado en el comer e beber. Dormía poco, e amó a muchas mujeres. Fue muy trabajador en guerra...
EDAD MEDIA
Nuestros lectores han podido observar que para la historia de este reinado nos hemos servido como de guía principal de la Crónica de Pero López de Ayala, sin perjuicio de cotejar su relación con las de otros escritores contemporáneos, españoles y extranjeros, y con los documentos de los archivos que hemos podido examinar. Para nosotros está fuera de duda la veracidad de Ayala. Pero se trata de un reinado que ha sufrido una funesta celebridad; se trata de un personaje que la historia, la tradición, el teatro y el romance han popularizado; se trata, en fin, de un monarca conocido con el sobrenombre antonomástico de "El Cruel", que algunos han pretendido reemplazar con el de justiciero. Las dos calificaciones se excluyen; nosotros le aplicamos la primera, y necesitamos justificar los fundamentos de las acciones que en nuestra narración histórica le atribuimos, y del juicio crítico que del rey y del reinado, apoyados en la historia, hacemos después.
Con dificultad escritor alguno se habrá hallado en posición más ventajosa para escribir con conocimientos de los sucesos de su tiempo, que el cronista Pedro López de Ayala. Hijo de don Fernán Pérez de Ayala, el linaje ilustre de los de Haro, adelantado del reino de Murcia en tiempos del rey don Pedro, y amigo del ministro Alburquerque, e la galera real.
Sirvió Ayala fielmente al rey don Pedro hasta 1366, y le hallamos entre los pocos caballeros que acompañaban al rey en su retirada de Burgos, y sólo cuando éste pasó a Guinea en busca de auxilio extranjero, tomó Ayala partido por el bastardo don Enrique, Como Capitán de don Enrique combatió en la célebre batalla de Nájera, o sea de Navarrete, donde cayó prisionero de los ingleses. Rescatado por una suma considerable, continuó al servicio de don Enrique, el cual le dispensaba especial favor y consideración. Otro tanto le aconteció con el rey don Juan I, y como alférez mayor de este príncipe se halló en la memorable y funesta batalla de Aljubarrota, donde también fue hecho prisionero. Alcanzó Ayala el reinado de Enrique III. Obtuvo la dignidad de canciller, y murió en 1407, a la edad de 79 años. Fue Ayala un varón respetable, y uno de los hombres más ilustres y de más sólido juicio de su época: además de otras obras que escribió, fue autor de las Crónicas de don Pedro, de don Enrique II, de don Juan I y de una parte de la de don Enrique III. Como cronista aventajó a todos los de su siglo, y bajo su pluma comenzó la crónica a perder su aridez y a tomar cierto tinte y sabor de historia.
Tales fueron las circunstancias políticas y personales del autor a quien en lo general seguimos en la historia de este reinado. Testigo ocular, actor y narrador a un tiempo, la autoridad de Ayala parece indestructible, y como tal fue mirada por siglos enteros, hasta que algunos, fundados en el favor que obtuvo de los reyes de la línea bastarda, discurrieron que no habría podido ser imparcial para con don Pedro, y esta especie de censura sospechosa, aunque vaga, no ha dejado de hallar algunos seguidores hasta en nuestros mismos días. Para desvanecer esta calificación, que a primera vista no carece de verosimilitud, aunque sí de fundamento, bastaría al lector desapasionado leer su crónica, aun sin necesidad de compulsarla con los testimonios contestes de otros escritores de la misma edad, que son las verdaderas fuentes históricas.
Tales fueron las circunstancias políticas y personales del autor a quien en lo general seguimos en la historia de este reinado. Testigo ocular, actor y narrador a un tiempo, la autoridad de Ayala parece indestructible, y como tal fue mirada por siglos enteros, hasta que algunos, fundados en el favor que obtuvo de los reyes de la línea bastarda, discurrieron que no habría podido ser imparcial para con don Pedro, y esta especie de censura sospechosa, aunque vaga, no ha dejado de hallar algunos seguidores hasta en nuestros mismos días. Para desvanecer esta calificación, que a primera vista no carece de verosimilitud, aunque sí de fundamento, bastaría al lector desapasionado leer su crónica, aun sin necesidad de compulsarla con los testimonios contestes de otros escritores de la misma edad, que son las verdaderas fuentes históricas.
Lleva la crónica de Ayala en sí misma cierto aire de ingenuidad y de sencillez que convence: nunca se ensangrienta con el rey don Pedro; no hay acrimonia en su pluma; casi siempre refiere los hechos sin juzgar a los hombres, y cuando juzga lo hace con tal templanza y parsimonia, que parece costarle trabajo estampar una frase de disgusto o de reprobación y lo que admira precisamente es la especie de frialdad con que va contando tantos horribles suplicios y tantas escenas sangrientas, sin prorrumpir sino muy rara vez alguna sentida exclamación, como arrancada por la pena que le inspira lo mismo que cuenta, pero sin mostrar ni enemiga ni ojeriza con nadie. Se descubre, es verdad, de qué lado están sus afecciones, pero parece haber hecho profundo estudio de lastimar lo menos posible la memoria de un monarca a quien había servido tantos años. Si esto era adular a don Enrique, menester es confesar, como observar muy oportunamente un escritor ilustrado, que era harto más difícil desempeñar el oficio de adulador y de cortesano en la edad media que en los tiempos modernos. Sólo al final de la crónica se atrevió Ayala a hacer una breve reseña de los vicios del rey don Pedro, pero siempre con más miramiento y menos dureza que los demás escritores de aquel siglo.
Excluyamos, si se quiere, de entre éstos al cronista Juan Froissart, por ser extranjero. Recusemos al rey don Pedro IV de Aragón, que en sus Memorias se ensaña contra el de Castilla, y digamos que había en ello espíritu de rivalidad. No demos gran importancia a las palabras con que el italiano Matteo Villani (si bien fue el padre de la historia italiana en el siglo XIV) calificó al rey don Pedro de Castilla de crudelissimo e bestiale ré... forsennato ré... perverso tiranno di Espagna, non degno d'essere nommato... Singular es, sin embargo, que todos coincidan en el mismo juicio acerca de don Pedro de Castilla. Más no sabemos qué podrá oponerse al testimonio del arzobispo de Sevilla don Pedro Gómez de Albornoz, que lo fue apenas murió don Pedro, y le juzga del mismo modo que Ayala; al de los pontífices que tan severamente reprendían su inmoral conducta; al del escritor lemosín del siglo XV, Puig Pardinas, que dice que cuando murió este rey se alegró toda la tierra ("como aquel que había sido el más cruel príncipe del mundo") á Gutierre Díaz de Games, autor de la Crónica de don Pedro Niño, que hace el siguiente retrato de don Pedro:
"El rey don Pedro fue ome que usaba vivir mucho a su voluntad: mostraba ser muy justiciero, ás era tanta la su justicia, e fecha de tal manera, que tornaba en crueldad. A cualquier mujer que bien le parecía non cataba que fuese casada o por casar: todas las quería para sí; nin curaba cuya fuese. Por muy pequeño yerro daba gran pena: a las veces penaba e mataba los omes sin por qué a muy crueles muertes... Aquel rey tenía a Dios muy airado de la mala vida que avía vivido: ya non le podía mas sufrir, porque la mucha sangre de los inocentes que el avia derramado le daba voces sobre la tierra."
Ultima actualización, Feb2025 | +190+301+261+297👀
Historia General de España
La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.
Excluyamos, si se quiere, de entre éstos al cronista Juan Froissart, por ser extranjero. Recusemos al rey don Pedro IV de Aragón, que en sus Memorias se ensaña contra el de Castilla, y digamos que había en ello espíritu de rivalidad. No demos gran importancia a las palabras con que el italiano Matteo Villani (si bien fue el padre de la historia italiana en el siglo XIV) calificó al rey don Pedro de Castilla de crudelissimo e bestiale ré... forsennato ré... perverso tiranno di Espagna, non degno d'essere nommato... Singular es, sin embargo, que todos coincidan en el mismo juicio acerca de don Pedro de Castilla. Más no sabemos qué podrá oponerse al testimonio del arzobispo de Sevilla don Pedro Gómez de Albornoz, que lo fue apenas murió don Pedro, y le juzga del mismo modo que Ayala; al de los pontífices que tan severamente reprendían su inmoral conducta; al del escritor lemosín del siglo XV, Puig Pardinas, que dice que cuando murió este rey se alegró toda la tierra ("como aquel que había sido el más cruel príncipe del mundo") á Gutierre Díaz de Games, autor de la Crónica de don Pedro Niño, que hace el siguiente retrato de don Pedro:
"El rey don Pedro fue ome que usaba vivir mucho a su voluntad: mostraba ser muy justiciero, ás era tanta la su justicia, e fecha de tal manera, que tornaba en crueldad. A cualquier mujer que bien le parecía non cataba que fuese casada o por casar: todas las quería para sí; nin curaba cuya fuese. Por muy pequeño yerro daba gran pena: a las veces penaba e mataba los omes sin por qué a muy crueles muertes... Aquel rey tenía a Dios muy airado de la mala vida que avía vivido: ya non le podía mas sufrir, porque la mucha sangre de los inocentes que el avia derramado le daba voces sobre la tierra."
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