No cabemos al fuego, y parió mi abuela
A cada nueva reforma, a cada nueva Constitución , a cada nuevo empuje del progreso , a cada nuevo desahogo de la libertad , a cada nuevo pronunciamiento , exclaman todos los contribuyentes, mayores y menores:
—Con bien vengas mal, si solo vienes.
—Una desgracia nunca viene sola.
—Cerezas y hadas malas, pensáis tomar pocas, y vienense hartas.
—Cerezas y hadas malas, toman pocas y llevan sartas.
—No cabemos al fuego, y parió mi abuela.
—Eramos treinta, parió mi abuela.
«¿Nosotros tortolitas, dice Sancho, nosotros barberos, ni estropajos, nosotros perritas a quien dicen, cita, cita? No me contentan nada estos nombres, a mal viento va esta parva, todo el mal nos viene junto como al perro los palos, y ojalá parase en ellos lo que amenaza esta aventura tan desventurada.» Es claro que no lo dice Sancho por la hazaña de Alcolea.
En el Persíles hallamos otro que no lo trae la Academia, bien que se parezca bastante a uno de los que se citaron en el número 64:
—A los desdichados se les suelen helar las migas entre la boca y la mano.
Otro, nada católico, supone que:
—Al desdichado, poco le vale el ser esforzado.
Otro hay que parece escrito de intento para la España revolucionaria:
—La ventura de la barca, la mocedad trabajada, y la vejez quemada.
Y los siguientes cogen de lleno a todos los momentos históricos y cambios de escena:
SOBRE ESTA BITÁCORA

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