El ventero
Cuántas veces pasamos de largo ante la belleza y el esplendor de quienes viven cerca. Los conocemos por referencias de terceros, que siempre están adulteradas e impiden reconocer en ellos tantas virtudes como nos sorprenden al tenerlos delante. Este es el caso de Nico, que dejó el fútbol profesional para hacer de la Venta una parada obligatoria en Urbaneja, entre San Salvador y Areños.
Cómo se llena uno de la savia de esta gente, en aquella casona decorada con mimo, donde luce la piedra y la madera. Mantenemos la conversación en un rincón de la casa, en el piso superior, después de atravesar largos pasillos, llenos de curiosidades y recuerdos.
Ya recuerdo en otro pasaje, cuando mi abuelo Clementino, oriundo de Olleros de Paredes Rubias, me llevaba en el pescante del carro a por vino a la Venta. De allí salían para las comarcas limítrofes cien camiones de vino al año, que me parece tan increíble como riguroso, y que nos lleva al esplendor de esta comarca aquellos días, cuando los pueblos rebosaban de vida.
Fue un protagonista generoso. Conocimos el intríngulis de aquellos vinateros, cómo almacenaban cinco mil cántaros en la época de mostada para ponerlos en venta una vez fermentados. Los vinos procedían de Valladolid, León y Palencia. También vinos que se traían para reforzar de Ávila y Madrid. “Hacíamos una mezcla encabezada con los vinos de Almorox; Vinos de El Tiemblo, San Martín de Valdeiglesias y Cadalso de los Vidrios; pueblos a la altura de la montaña, vinos gaseosos riquísimos que se convierten en aguja al mezclarlos con los vinos de nuestra zona que tenían una acidez fija.”
Nico era inteligente. Sacó adelante una familia numerosa. Se casó con Raquel Cuevas, maestra de buen cuño, hija de Albino y Aquilina, que de la Venta de Santa Lucía en Vañes le dieron vida al Resbalón de Cervera; mujer sabia y de trato estupendo, que no para de traernos platos de comida exquisita. Cómo se llena uno de sensaciones placenteras al recordar aquella gente que vivió por y para la montaña palentina.
SOBRE ESTA BITÁCORA

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Froilán, un atractivo recuerdo a aquellas gentes del pasado que habitaron nuestra Montaña Palentina y la dieron vida, montando sus negocios en aquellos lugares, con sus ramificaciones familiares hasta nuestros días, como ocurre con esta historia que nos cuentas hoy en Diario Palentino. Saludos.
ResponderEliminarEl ventero, palabra que conocí acá, y que le dió sentido a la letra de "Palabreos con Sara Catá", cuando dice:
ResponderEliminarLa verdad, es la verdad
los ricos le dan al pobre
por la caridad del cobre
su cobre de caridad;
pero lo tuyo es bondad,
de lo grande y lo sincero,
lo tuyo no es el VENTERO
que no sabe al dar el vino
si se ha muerto el campesino
o ha llorado el panadero.
Son 4 décimas dedicadas a Sara Hernández Catá, rebelde, apasionada y atrevida escritora cubana (así dice la crónica). Y nuestro cantautor José Carbajal "El sabalero", le puso música y lo grabó.
Abrazo!!
Recuerdos imborrables de oficios perdidos y personajes que formaron parte de nuestra historia y nuestras vidas. Nos retrotrae a un época entrañable donde el trato humano todavía era la consigna, al menos así lo percibo, hoy día no hay nada de eso.
ResponderEliminar“Como se llena uno de la savia de esta gente”, dice Froilán, que nos presenta a Nico, el ventero de Urbaneja, otro de los personajes que vivieron “por y por la Montaña Palentina”, al igual que su abuelo Clementino que acarreaba vino de la Venta para vender en su tienda de San Salvador, “cuando los pueblos rebosaban de vida”.
ResponderEliminarQué razón tiene Froilán cuando nos señala cuántas personas tenemos enfrente o pasan a nuestro lado sin darnos cuenta y después sabemos de ellas por terceras personas y a veces con la imagen sesgada. La imagen que nos presentas de Nico me trae los recuerdos de mi juventud, cuando Las Ventas estaban en auge y allí parábamos a almorzar o a coger fuerzas, con la amabilidad y el gracejo de los venteros, los guisotes de puchero y el vino tal como lo describess. Qué recuerdos me han venido von tu Madeja, Froilán.
ResponderEliminar@Javier, efectivamente, es un capítulo apasionante, donde se descubre una larga historia: la de del padre del protagonista, que le dice que se deje de balones y venga a regentar la venta; la de los padres de ella que le dan voz a la Venta de Santa Lucía, anegada después por el pantano de Requejada. Con el dinero que les dan por la expropiación y un poco más, se compran un local en Cervera, el Resbalón. @Mario, te vino al pelo el título para volcar esa poesía con historia que emociona y a la que pone voz el Sabalero. @Paqui, hay muchas historias por delante, fíjate que se trata de cuarenta años colaborando sin parar en diarios y revistas y la verdad es que, como bien anotas, aquello ya no existe. @Alfonso, mi abuelo Clementino, por la parte materna, era entibador de una de las minas del contorno. Al otro abuelo, al comerciante, no lo conocí. @El Trauma, sí, la nostalgia es la palabra que se me ocurre para definirlo. El puchero de patatas que era casi diario y las sopas de pan y de ajo. En casa de mi abuela, que eran muchos, tenían que andar listos porque si se acababa aquello se quedaban sin cenar y así espabilaban para otro día. Gracias a todos por vuestra lectura y comentario.
ResponderEliminarPueda parecerte un recurso, amigo Froilán, pero no es tal. Cuando lo leí ayer, primero en el Diario y después en Curiosón, se me ocurrió comentarte algo como lo hermoso que te dicen tus otros amigos, pero he llegado tarde.
ResponderEliminarSolo diré que, al haber hablado de este sencillo y oculto personaje de tu querida Pernía -Nico el Ventero-, has vuelto a hacer algo impagable e inusual: Dar nueva vida a muchos, como digo, sencillos e importantes personajes, de los cuales no hubiéramos sabido. Bien hecho.