Mujeres olvidadas
Recién terminado el Preu (posteriormente COU; hoy 2º de bachillerato), tras doce o trece años en colegios de frailes y curas donde no aprendíamos absolutamente nada del mundo circundante, es decir, de lo que significaba vivir en una dictadura o estar sometido moralmente a la que ya Isabel de Castilla denominaba la religión verdadera, tuve la suerte de matricularme en Filosofía y Letras de la Universidad Complutense. En el primer trimestre aprendí más que en los 17 años anteriores.
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Busto de la médico e intelectual española Trinidad Arroyo, (1872-1959) en Palencia | A. Sierra , commons |
Mujeres olvidadas, sí, mujeres que promovieron la cultura y la razón en una España atrasada y en manos de la cultura clerical decimonónica. Cómo no citar a Clara Campoamor, de la que por fortuna se está volviendo a hablar como la promotora esencial del voto femenino durante la II República, y cuyos enfrentamientos dialécticos con los hombres y mujeres de casi todos los partidos de derechas e izquierdas en el Congreso supusieron un antes y un después en el movimiento feminista europeo y que tuvo que viajar al exilio para no ser ejecutada por los falangistas. Y cómo olvidar a María de Maeztu, la gran pedagoga de la anterior centuria, cuyos esfuerzos denodados por humanizar la enseñanza la llevaron a fundar el Instituto Escuela, basado en los postulados de la Institución Libre de Enseñanza, y que igualmente murió exiliada y olvidada por el país por el que tanto había hecho. En la memoria del olvido podemos citar con entusiasmo a una palentina ilustre, Trinidad Arroyo, la primera mujer licenciada y doctora en Medicina y Oftalmología por la Universidad de Valladolid, de la que casi todos los palentinos, por desgracia, desconocen su vida, su obra y su acción social.
Hoy día es ocioso preguntarse por Fernán Caballero, pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber, heroica mujer que hubo de firmar como si fuera un hombre para conseguir que sus novelas fueran editadas y publicadas allá por el siglo XIX, en plena eclosión de la novela realista europea. ¿Quién se acuerda hoy de esa brillante mujer? Pero mayor desaire si cabe se cometió con la escritora María Lejárraga, antes de la guerra incivil, cuyas exitosas obras eran firmadas por su esposo, Gregorio Martínez Sierra, que se llevaba todos los parabienes de público y crítica mientras ella se mantenía en la sombra. Curioso caso, además de sonrojante. Machismo nada soterrado. Como lo es la desmemoria respecto a dos grandes intelectuales y filólogas, María Goyri y Jimena Menéndez Pidal, esposa e hija, respectivamente del padre de la filología moderna, Ramón Menéndez Pidal. De María sabemos que tenía que ser escoltada por dos bedeles, que la acompañaban hasta la primera fila de un aula de Filosofía y Letras donde todos eran hombres y donde sus compañeros y profesores la observaban como a una marciana. Fue la primera mujer en osar formar parte del alumnado de Letras. Toda una valiente, pero, claro, siempre a la sombra de su marido. Y de Jimena, gran filóloga y pedagoga, ¿quién se acuerda hoy dia? De las poetas Carmen Conde (primera académica de la lengua muy a pesar de Camilo José Cela) y Gloria Fuertes hay que recordar que sufrieron la acidez de la época franquista por su condición de homosexuales. A Vicente Aleixandre, Antonio Gala o Luis Antonio de Villena se les toleraba su homosexualismo; a Carmen y Gloria, en absoluto: se las lapidaba. Es el momento de recuperar a tantas mujeres talentosas condenadas al olvido. La dignidad como seres humanos nos va en ello.
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Evidente y clara tu propuesta en este interesante artículo, que viene a indicarnos la oposición del mundo a aquellas mujeres que intentaron plasmar su pensamiento. ¿De verdad somos libres? Gracias, Enrique. Sabes que aquí tienes un hueco para exponer lo que desees.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bonita semblanza, Enrique, de estas grandes mujeres olvidadas y con méritos suficientes para un reconocimiento a una vida dedicada a los demás, es el caso de nuestra Trinidad Arroyo. Enhorabuena por el escrito, una buena idea.
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