La música en nuestras fiestas del pueblo
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Un grupo de la montaña | Imagen cedida por J.L. Estalayo |
Desde luego que donde nunca faltábamos ninguno de nosotros era en los pasacalles musicales que se organizaban en el pueblo en la víspera del día grande de la fiesta; siendo nosotros casi los únicos que acompañábamos a los músicos en estos paseos por el pueblo, orientándoles en el recorrido por las diferentes calles; aunque a su paso se corrían algunos visillos en las ventanas, se abrían algunas de las puertas de par en par y mucha gente salía al exterior de sus casas con la sonrisa en el rostro.
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Otro grupo, junto a las escuelas de San Salvador | Foto cedida por Toño |
También estábamos junto a ellos cuando, el mismo día de la fiesta, se producía el tradicional paseíllo hasta la iglesia en los momentos previos a la misa; y también en la posterior procesión con el santo por las calles del pueblo. Y si en la procesión con el santo la música tenía un lugar preponderante, había un momento anterior durante la celebración de la misa en el interior de la iglesia, donde la música alcanzaba un protagonismo muy destacado acompañando el momento sublime de aquélla, la consagración, donde unos cuantos del grupo de músicos interpretaban con gran solemnidad el himno nacional, que sonaba majestuoso retumbando sus notas en todo el templo, haciendo que durante esos instantes a las personas allí presentes se nos pusiesen los pelos de punta a consecuencia de la emoción del momento.
Era estos unos minutos que todos esperábamos en la misa del patrón, que cada año ponía en realce el acompañamiento musical que hubiese; bien fuese aquel año un acordeonista en solitario, un trompetista de la orquesta, un dulzainero y un acompañante al tambor, o unos cuantos músicos de la orquesta; que siempre eran capaces de elevar el momento culmen de la misa.
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Lo que siempre me viene a la mente son las Dianas, que en mi pueblo se daban la mañana del último día. Se iba casa por casa, se iba añadiendo gente al grupo. Se bailaba a las puertas de algunos domicilios y se rezaba en otros, que guardaban luto por algún familiar fallecido aquel año. Los vecinos aportaban un dinero para ayudar a sufragar los gastos de las fiestas. Buena historia, Javier. Buenos días.
ResponderEliminarHola Froilan, menuda sorpresa, abro tu WhatsApp como todos los días y me encuentro a mi padre, es el de el acordeón, la foto supongo que la habéis recuperado de unas cuantas que cedi para una exposición que se hizo en el ayuntamiento, me ha gustado verle.
ResponderEliminarUn saludo.
Vivir la fiesta como se vivía en los pueblos es lo que reflejas con acierto en tu Historia Cercana de hoy, la música era la auténtica protagonista y las orquestas las animadoras del festejo durante todo el día, pero donde más se disfrutaba era en la verbena, allí surgían nuevas parejas de novios y los forasteros intentaban “ligar” a las del pueblo, y hasta nuestros padres bailaban pasodobles, tangos y bailes agarrados al son de la música, mientras nosotros jugábamos.
ResponderEliminar¡Qué relato tan entrañable Javier y qué memoria tan prodigiosa!
ResponderEliminarEn mi pueblo, la música ha tenido una evolución encantadora: de los humildes inicios con una pandereta y la voz del intérprete, se fue transformando hasta incorporar instrumentos como el acordeón, el saxofón y el tambor, creando una armonía que tanto disfruté y disfruto. Entre los recuerdos destacados de estas fiestas patronales, tengo que mencionar a un personaje típico que, mientras jugaba a las cartas en medio del baile, apostaba caramelos en lugar de dinero. Ganarlos era un placer tan grande que lo describiría como abrir las puertas del cielo. Una escena llena de nostalgia y tradición.
La música siempre alegra las fiestas, antes y ahora, ver las fotos y es acordarse de los grupos de entonces, un tambor, un saxofón y alguna guitarra o bandurria, amenizaban las alboradas, procesiones de las fiestas y la Semana Santa, los bailes de mediodía y por la noche. Toda una institución los músicos de las bandas de los pueblos que sin haber estudiado solfeo se encargaban de llevar alegría y bullicio con sus notas a unas gentes que cansadas de trabajar el campo celebraban cada año las fiestas patronales, en el caso de mi pueblo siempre han sido después de la cosecha, en septiembre, un buen colofón para terminar el verano.
ResponderEliminarEl comentario anterior lo escribí yo, pero me puso anónimo. Paqui.
ResponderEliminarAgradecido, muy agradecido por vuestros comentarios tan amables y cariñosos hacia este retazo de la vida de aquellos años en los pueblos, con la fiesta mayor del lugar como un gran momento para la diversión de sus habitantes. Y qué mejor que hacerlo con la música de fondo, que marcaba muchos momentos del día grande: los pasacalles, las dianas matutinas y, sobre todo, el baile de la tarde-noche en la era, con la orquesta marcando el ritmo hasta que el cuerpo aguantase. Y los chavales, entretanto, correteando entre las parejas... Saludos.
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