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Amor al otro lado del cristal

Te veía pasar cada día frente a mi ventana, cuando invariablemente acudías con exquisita puntualidad hasta tu lugar de estudios; siempre con tu cargamento de libros y cuadernos apretados con fuerza junto a tu pecho. Tu larga y ensortijada cabellera rubia ondeando al viento, libre y acusadamente sensual. Tu caminar firme y decidido y simulando cierto contoneo en la distancia. Te descubrí un día por azar cuando, tras escuchar en la calle un considerable murmullo, levanté la vista del libro que en aquellos momentos sostenía entre las manos y, entre la gente que pasaba, me fijé particularmente en ti. Me quedé mirándote emocionado, hasta que tu sensual figura desapareció de mi limitado campo de visión.


Paqui González del Castillo

Varias veces más a lo largo de aquella mañana estuve observando el exterior de la calle por si volvías a cruzarla de regreso, pero fue en vano. A la mañana siguiente, monté tempranamente mi particular observatorio, y no tardé en poder contemplarte de nuevo en toda la extensión de tu figura. Fuiste fiel a mi pensamiento y, de regreso, volviste a cruzar frente a mi ventana. Te acompañaban ahora algunas personas más y charlabais animadamente entre todas. Clavé materialmente mis ojos en ti tratando de transmitirte parte de mi pensamiento para que tú dirigieses entonces la mirada hacia el lugar donde yo me encontraba, pero fue inútil. Y me quedé con el pensamiento abstraído, inmóvil sobre aquella particular silla de ruedas, mientras al fondo del pasillo comenzaba a sonar el timbre del teléfono. Aquella noche se prolongaría durante más tiempo del habitual mi diaria ración de insomnio. Cuando al día siguiente mis ojos, despiertos y escrutadores, te localizaron cruzando frente a mi ventana, experimenté una sensación altamente agradable, aunque breve, porque tus pasos se perdieron a los pocos segundos. Me hubiese ido detrás de ti sin dudarlo, de no haber sido por la permanente presencia de aquel maldito impedimento. Te hubiese acompañado hasta tu lugar de estudios y luego hubiésemos seguido charlando de nuestras cosas… Regresaste aquel día por el camino de costumbre y pude percibir más cercana tu figura, aunque, de repente, te sentí abatida y te imaginé triste en exceso. Me torné melancólico yo también y anduve taciturno el resto del día, sin querer hablar con nadie de la casa. En uno de los momentos de mayor melancolía, tomé un papel y un lápiz y escribí unos sentidos versos que me hubiese gustado haberte hecho llegar. Con el nuevo día, me apresuré a colocarme junto a la ventana. Al divisarte de nuevo a través del cristal, me pareció observar que tu cara lucía ya la lozanía de otros días y hasta creí apreciar en ella una leve sonrisa en un momento en que tu cabeza giró en la dirección en la que yo me encontraba. Te arreglaste cuidadosamente tu grácil melena con tus delicados dedos y, al final, creí intuir un tímido adiós procedente de un rápido ademán de tu mano. Mi espera se vería recompensada cuando, de repente, te descubrí de nuevo frente a mi ventana, atravesando la calle con elegancia; tu rubia melena al aire, y el caminar despacioso y sensual. Ardía en deseos de expresártelo muy bajito y al oído, para que nadie más conociese nuestro secreto. Pero, nuevamente, hube de conformarme con sentirlo sólo en mi interior. Mas, cuando todo esto comenzaba a bullir en mi pensamiento, mis ojos pudieron contemplar con meridiana claridad que volvías tu cabeza lentamente en la dirección de mi ventana, levantando tu mano a la par en señal de saludo.

El penetrante sonido del timbre del teléfono en la casa, me hizo bajar de repente de una especie de apacible nube en la que parecía encontrarme, devolviéndome a la realidad que me era más inmediata. A los pocos minutos, alguien de la casa me trajo el recado: la intervención quirúrgica que tanto había estado esperando, me iba a ser realizada a finales de la semana próxima. Y me garantizaban el poder volver a caminar con total seguridad al cabo de algunos meses. Abandonaría así para siempre aquella obligada silla de ruedas.

Un corto pensamiento se instaló con rapidez en mi mente. Y, de inmediato, me acerqué hasta aquella soñada ventana de tantos días, con la ilusión recuperada y las ganas de vivir desbordándome.














SOBRE ESTA BITÁCORA

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Esta bitácora nace en noviembre de 2008 con el ánimo de divulgar historias curiosas y entretenidas. Son 17 años acudiendo diariamente a la llamada de amigos que vienen de todo el mundo. Con +6.573.600 visitas, un mapa del románico abierto a finales de 2023 que ya ha recibido +755.500 consultas y +6.100 artículos en nuestra hemeroteca, iniciamos una nueva andadura. Comparta, Comente, síganos por nuestros canales de Telegram y Wasap. Y disfrute. ¡Es gratis!

6 comentarios en el blog:
Alfonso Santamaría dijo...

Me sorprendes hoy Javier con tu enamoramiento un día antes del Día de los Enamorados, tu pluma está hoy romántica. Te enamoras de una colegiala, y eso que te pilló leyendo, y casi no la ves. Guardias de enamoramiento al pie de la ventana y con insomnio, son cosas del amor te vuelves melancólico taciturno y te sientes poeta y escribes un poema, hasta que vuelve a aparecer la amada que te vio en la ventana, y volvió su mirada, se fue y de nuevo esperaste a su vuelta. La esperas en silla de ruedas, a la espera de que te operen. Todo tiene arreglo menos el amor no correspondido. Buen relato Terán Machado.

Alfonso Santamaría dijo...

Buen adorno para tu relato enamorado la rosa pintada por la pintora de Curiosón, la que nos enamora a todos.

J. Javier Terán dijo...

Jopé, qué inspirado te encuentras esta mañana, Alfonso!. Y qué romántico también, describiendo varias de las escenas de mi relato de amor!. Me alegro que te haya gustado mi narración de hoy en las puertas ya del día de San Valentín. Una ficción que, encontrándonos donde nos encontramos en ese aspecto, no podía faltar en “Curioson”. Así que, al hilo de la misma, te deseo pases un buen día de San Valentín. Ah, y un deseo que hago también extensible a nuestra amiga Paqui por tan expresivo dibujo. Saludos.

Alfonso Santamaría dijo...

Al Día de San Valentín yo lo llamo el Día del Corte Inglés, con eso te digo todo, prefiero un buen relato como el tuyo.

FGC dijo...

Una historia muy tierna la que nos traes hoy, ilusión y realidad en una fecha tan cercana, y, aunque yo creo, al igual que Alfonso, que San Valentín es una fecha impuesta, o más bien explotada, por el comercio, algo bueno tiene también recordar que hay ilusión, fantasía, amor...en el mundo y que nos movemos en torno a ello, tampoco está demás celebrarlo, y más con historias como esta.

J. Javier Terán dijo...

Agradezco vuestros comentarios, FGC y Alfonso, al respecto de este post escrito con motivo del día de San Valentín. Porque, a pesar de los pesares y del "invento" económico que puede representar esta fecha; lo cierto es que en el fondo el motivo de la celebración nos toca las fibras sensibles de nuestro corazón y nos hace reflexionar al respecto. Así que bienvenido sea este día. Día que os deseo lo paséis en buena compañía. Saludos.

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