En tu nombre, XIII
Cuando Manuel Alcántara era Manolito, dejó en su primer libro este verso embaucador:
“Lo mejor del recuerdo es el olvido…”
“Ser hombre es ir andando hacia el olvido
haciéndose una patria en la esperanza…”
No es el recuerdo lo que se olvida, sino el hombre en su caminar, donde va construyendo la esperanza. Yo nunca esperé este homenaje a mi persona. ¡Si yo he sido sólo un maestro de escuela que aprendió a enseñar juntando palabras en el encerado verde y en las mentes blancas de los niños! Pero bien, aquí estoy. Os lo agradezco desde los dentros, que diría Juan José Cuadros, de no haberse ido tan pronto a la otra orilla, frase de Manuel Carrión. Y en los dentros no hay olvido y sí agradecimiento.
Gracias a la Institución Tello Téllez de Meneses que lo ha promovido y, en esta ocasión, sin contar con el “hágase según fórmula” por boca del director, que es expresión boticaria y se la dejamos para uso de José María Fernández Nieto en su nube de poeta.
Gracias a los compañeros académicos que escribieron palabras sobre mí y a los que, no siéndolo, también las llevaron al papel para recuerdo de muchos y nunca para el olvido. Y, sobre todo, a Julián Alonso y a los Rafaeles -valga el vocablo- Martínez y del Valle, viejos en la amistad y el conocimiento, que cuidaron de avisos y trabajos para que este acto se hiciera como manda el cariño.
Gracias a la Diputación por prestar este magnífico y alto recinto de techo admirable -consérvese muchos años- y gracias a los asistentes, y, especialmente, a quienes desde Perazancas, pueblo donde fui maestro durante tres años, han recorrido 100 kilómetros para estar hoy conmigo en esta noche inolvidable. Y, cómo no, a mis hermanos coruñeses, unidos en el dolor de Coria y en la alegría de hoy.
Gracias a mis hijos que venciendo formalidades del trabajo y kilómetros me acompañan desde el corazón y la presencia y uno de ellos extendió sus dedos para que la Música llenara el aire de este recinto.
Gracias a los amigos, y gracias para mis muertos, tantos, que estarán volando sin palomas por sus altos sitios claros.
Y como la emoción me va venciendo, vaya mi abrazo para todos vosotros y para los ausentes que habrían querido ocupar una de esas butacas vacías.
Y como en el hombre todo es infancia, que querían Rilke y Claudio Rodríguez, dejadme que recuerde al niño aquel que en Astudillo, a la vez que nidos cogió las palabras con que escribo. Y puesto que empecé este sermonciello con Manolito Alcántara bueno será que con él acabe:
“Tengo un niño olvidado en la memoria
antiguamente joven como un río;
regresa de un remoto tiempo mío
tan lejano y azul como la gloria.”
Palencia 27 de enero de 2018
SOBRE ESTA BITÁCORA

Esta bitácora nace en noviembre de 2008 con el ánimo de divulgar historias curiosas y entretenidas. Son 17 años acudiendo diariamente a la llamada de amigos que vienen de todo el mundo. Con +6.701.000 visitas, un mapa del románico abierto a finales de 2023 que ya ha recibido +800.200 consultas y +6.100 artículos en nuestra hemeroteca, iniciamos una nueva andadura. Comparta, Comente, síganos por nuestros canales de Telegram y Wasap. Y disfrute. ¡Es gratis!
Excelente texto, maravilloso. Como siempre nos tiene acostumbrados Carmen Arroyo,
ResponderEliminarBonito recuerdo, Carmen, recogiendo ese homenaje que la Tello Téllez de Palencia dedicó a Marcelino; y que el poeta responde en un discurso cargado de emotividad en un lugar tan emblemático que él se encarga de resaltar, como es la Sala de la Diputación "de techo tan admirable", agradeciendo uno a uno a los que hasta allí se acercaron en este homenaje. Saludos.
ResponderEliminarQuerida Carmen: tus recuerdos del hombre, esposo, padre, abuelo y poeta al que tanto amaste, son muy hermosos. Te conozco. Nunca permitirás que se escapen. Te admiro por ello. Un abrazo enorme
ResponderEliminarParece que te escucho, Marcelino, recitar este discurso, repleto de agradecimientos, lleno de sentimiento, aprecio e inmensa gratitud, en el que me llega tu eterna sencillez, tu humildad de maestro de encerado verde, tu habilidad y especial manera para juntar palabras en papel blanco, y causar admiración con esas frases que pronuncias, tan bien hechas, obras de arte nacidas de tu pluma inmensa.
ResponderEliminar