Toque a huebra
De pronto un día bien de mañana –cuando el sonido de las campanas en el pueblo estaba a la orden del día y marcaba muchos de los aconteceres diarios del lugar-, sonaba la campana de la torre de la iglesia con el específico toque ya previamente conocido por todos, y los mozos y resto de población masculina de mediana edad del lugar, se concentraban en la plaza del pueblo provistos, unos de palas, otros de picos o azadas, algunos portando horcas de hierro, otros rastrillos y algún otro útil de trabajo más y, tomando el camino que en aquel momento correspondiese, se encaminaban en animada charla hasta el lugar donde, de acuerdo con lo acordado en sesión municipal previa se iba a llevar a cabo el trabajo comunitario así pactado.
Y con todo ello, el pueblo entero, sin excepción, salía ganando tras estos trabajos comunitarios cada año.
Pasaron los años, muchos sin duda; los chavales de aquel entonces nos hicimos mayores también, pero cabe señalar que este tipo de trabajos comunitarios de “a huebra” persisten todavía en nuestros núcleos rurales. Eso sí, hoy en día, estos trabajos de “a huebra”, con el fin de fomentarlos y poder llevarlos a cabo en unos tiempos en los que la solidaridad no es que brille especialmente, son objeto de una serie de ayudas bajo el paraguas de las instituciones. Si bien, cumpliendo una serie de normas y estando sujetos a un conjunto de parámetros que deben reunir los espacios y zonas a rehabilitar de manera comunitaria y bajo una serie de observaciones y cumplimientos de reglas bastante estrictas en cuanto a los trabajos a realizar y las condiciones medioambientales que deben observarse. El signo de los tiempos, que avanzan a toda pastilla, ha llegado también hasta estos lugares donde, aquel simple toque de campana previamente pactado que servía de llamamiento, habrá dado paso a un escueto mensaje a través de wasap para la adecuación de la cita, indicando lugar, día y hora del emplazamiento. Y es que, aunque el tiempo corre que se las pela, sin duda, las necesidades en nuestros núcleos rurales siguen estando presentes en el haber de sus habitantes.
Actualización Abr2025 | +381👀
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Siguiendo con las ordenanzas
ResponderEliminary al hilo de lo que hoy recuerdas, Gabriel González, nuestro poeta local, rescató las ordenanzas de San San Salvador, que luego yo incorporé a mi repertorio.
Harán en el mes de mayo,
una huebra de Concejo,
Y habrá de limpiar las calles
cada vecino en su término
Y entre otras cosas se castigaba al que no fuera con multa de cien ducados, con la excepción de aquellos que no tuvieran carro. La foto es elocuente, los vecinos de Polentinos, limpian la calle principal del municipio. Un saludo Javier.
Bonita y clara fotografía has elegido, Froilán. Ahí se aprecia bien a las claras de qué iba esto de la huebra. Una vieja tradición de nuestros pueblos que se llevaba a rajatabla. Y es que la colaboración de todos se hacía necesaria en obras comunitarias de pequeño calado, pero necesarias. Saludos.
EliminarMe gusta mucho esa fotografía en la que los vecinos de Polentinos quitan la nieve de sus calles, representa muy bien lo que nos cuentas hoy Javier sobre los trabajos comunitarios de los vecinos de Velillas del Duque, trabajos que actualmente convoca anualmente la Diputación de Palencia, con el título de “Palencia a Huebra”, que promueve, subvenciona y premia este tipo de actuaciones voluntarias con el fin del mantenimiento y creación de espacios comunes y de paso recuperar el espíritu de colaboración entre los vecinos.
ResponderEliminarAsí es, Alfonso, tal y como lo cuentas. Aún se llevan a cabo este tipo de obras en muchos de nuestros pueblos; y ahora subvencionadas por la Diputación, pero cumpliendo una serie de requisitos de viva actualidad y bien común. Gracias por tu comentario. Saludos.
EliminarGracias, Javier, por recordarnos en qué consistía la huebra, esa antigua costumbre comunitaria que reunía, al toque de campana, a los jóvenes y hombres del pueblo para realizar trabajos comunales. En mi caso, y en el de mi pueblo, la huebra se organizaba para limpiar las fuentes, esos lugares donde brotaba el agua limpia, fresca y cristalina, que eran varias y fundamentales para la vida diaria.
ResponderEliminarTu relato me ha enseñado mucho, porque cuando se hacía la huebra en mi pueblo, yo nunca estaba. Pero me ha hecho recordar historias que escuché muchas veces, como la de Manuel, un vecino aficionado a la bebida, pero también muy ingenioso. Estaba casado con Sagrario y tenía una niña. Se decía que tenía salidas desconcertantes, y una de ellas fue precisamente durante una huebra. Mientras todos trabajaban, se le ocurrió decir: “Será Sagrario, será la niña”, y con esa excusa, ni corto ni perezoso, dejó el trabajo y se marchó a su casa.
Gracias de nuevo por despertar estos recuerdos y enseñarnos, con tus palabras, parte de una tradición que ya forma parte de nuestra memoria colectiva.
Estalayo
Muchas gracias a ti, Estalayo, por aportarnos tus vivencias al tema y, además, contarnos esa anécdota de aquel vecino que se escaqueaba, al parecer, del trabajo comunitario, haciéndolo con gracia. Saludos.
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