El municipio de Guernica y Luno surge en el siglo XIX cuando se unen administrativamente la anteiglesia de Luno y la villa de Guernica, fundada en terrenos pertenecientes a Luno, si bien cada entidad conservaría su derecho propio; la anteiglesia el derecho foral de la Tierra Llana de Vizcaya, y la villa el derecho común castellano. Esa es la nota que a groso modo cuentan los rincones donde se habla de la historia de este lugar. Pero cada pueblo tiene a su vez pequeñas y curiosas historias que te ayudan a comprender lo que preocupaba en aquel tiempo.
Antiguo Caserío Uralde | @Amaia
Familia de los protagonistas | @Amaia
Hoy me detengo en una escritura de compraventa y capitulaciones matrimoniales que se otorgaba en la Anteiglesia de Lauquiniz, el 3 de abril de 1897 ante don Luis Enríquez Herrero, notario del ilustre colegio de Burgos, con residencia en la Anteiglesia de Munguía. El precio de esta venta es de 2625 pesetas que manifiesta el interesado haber recibido por lo que se le otorga carta de pago. Que la donación de los bienes reseñados la hacen los cónyuges donantes, reservándose la mitad del usufructo vitalicio. Ambos construirán junto a la casa de Ugalde una habitación que han de disfrutar vitaliciamente y a falta del último que muera disfrutará también su hija, mientras permanezca soltera. La casa llamada Ugalde, mide unos setenta estados cuadrados o dos áreas y 76 centiáreas. Consta de una habitación o piso llano, dividida en una cocina, dos alcobas, portalada; cuadra con su pajera; desván, con su horno en el frente y una fragua de herrería en el costado. Una huerta que comparte vivero al norte y zaguera de la casa. Se habla en este documento de un "terreno inculto con camino por la parte del sur de la heredad" y señala que los frutos de la leña de todos los montes de la casa serán a medias.
Entre los muebles y utensilios que reciben los herederos se citan varias camas con sus mudanzas; seis sábanas valoradas en 42 pesetas; ocho camisas en 32 pesetas, además de varios vestidos y toquillas. Se cita unos corsés valorados en diez pesetas; mantillas, dieciocho; tres pares de zapatos, doce; un paraguas, seis; seis estampas valoradas en nueve pesetas, una saya, dos cestillas y entre la numerosa cacharrería, un barreño valorado en 6 pesetas; una artesa, cuarenta y cinco; una cómoda, setenta; una balda, cuarenta; y una mesa de alcoba entre otras muchas bagatelas. Dice el Notario: “a mi lectura íntegra y en voz alta y enterados de su contenido lo aprueban en todas sus partes, firmando con los testigos los que saben, y no firmando cuatro de los presentes que manifiestan ser analfabetos”. Parece que fue ayer y qué vuelta ha dado todo en ciento veinte años.
Cualquier momento es bueno para dar un paseo siguiendo el curso del Pisuerga desde la Cueva Cobre. Ahora que tanto se prodiga el senderismo, ejercitarse siguiendo la trayectoria de este rio español, afluente del Duero, que nace en la Pernía y llega hasta Geria, en la provincia de Valladolid, es un placer para los sentidos, sobremanera en los primeros kilómetros, bajo la batuta del valle encantado de los Redondos. Lo es de manera especial para los pernianos, cuyos ríos de Lores, Areños y Castillería contribuyen a engordar su caudal. Y lo es, de igual modo, para muchos rincones palentinos que llevan sus ríos como afluentes del Pisuerga: Resoba, Rivera, Vaillo, Camesa, Ritobas, Monegro, Sauguillo, Burejo, Valdavia, Vallarna, Odra, Arlanza, Carrión y Esgueva.
Primeros kilómetros del Pisuerga | José Luis Estalayo
Doscientos ochenta y tres kilómetros de recorrido, marcando en muchos tramos la frontera con Burgos, desviándose en Alar para alimentar el Canal de Castilla, sin olvidar los dos grandes embalses que le preceden: el de Requejada y el de Aguilar de Campoo.
Pero vuelvo al inicio, a la sensación de seguirlo en los primeros kilómetros, tal y como hizo José Luis Estalayo, mi compañero en los reportajes del Diario. ¿Sabes lo que es caminar por la vereda del río Pisuerga, casi en su nacimiento, con sus aguas prístinas y relucientes, bajo la sombra de los frondosos árboles? Recibiendo a cada paso el sonido del agua cristalina, que interpreta cual humano emocionado este paisano de Tremaya. Por momentos el río guarda silencio para salir airoso unos metros más adelante, como si lo estuvieras persiguiendo, como se desconocieras esa canción repetida hasta la saciedad. Paco Vighi, ya retrataba esa estampa en uno de sus libros:
Siempre hay aquí rumor de panderetas,
y llega hasta el camino algún cantar
mientras pasan chirriando las carretas
de Potes, de Cervera, de Aguilar.
Y nuestro poeta Gabriel González, el “dios de la Pernía”:
Es que por aquí no hemos sabido conservar lo nuestro tal cual. ¡Como la gente se iba de la tierra, que esa es otra, pues, velay! Los palentinos es que somos muy despeinados, oiga, y poco cariñosos con lo que encontramos de herencia. Y es que no le damos importancia nada hasta que vienen de afuera a valorarlo. Entonces sí, oiga, nos deshacemos en alabanzas y defensa. ¿Se ha fijado en la iglesia de este pueblo? Parece como si la hubieran colocado en un sitio para ver mejor a Dios: abierta a un valle, sosegada por el cantar de un río niño y cerrada por montañas, que verdean los robles a su tiempo. ¿Y se sabe quién la puso en este lugar? Los documentos cuentan de una doña Elvira, mujer del conde Saldaña, Munio Gómez, que fundó una iglesia en este sitio, pero no debía ser la que vemos hoy, pues la tal doña Elvira vivió mucho antes de cuando se data este templo; pero bien pudo ser carne de aprovechamiento, porque la traza recuerda fácilmente a esas que llaman prerrománicas y que tanto abundan en Asturias.
Colegiata San Salvador, siglo XII | @Estalayo
Para mí que hay aquí dos iglesias. Una, la que se alza, tosca, de piedra arenisca y roja, con su perfecta espadaña, calada por cuatro ventanales para campanas, paralelos dos a dos, y un gran arco insinuado en su primera mitad por albergar la puerta, y sobre ella otra ventana que da luz al coro. Y otra iglesia, o lo que queda de ella, que se conserva hoy como mesa de altar sostenida por siete columnas completas, con sus bases, sus fustes y capiteles labrados, todos distintos y perfectos, fruto de un cincel maestro y que nunca tantos, en ningún sitio, sostuvieron la mesa de un altar. Desde luego, que si no son de épocas distintas, si son de artistas diferentes. Y como el paraje en que se alza es casi el vestíbulo para la felicidad, hubo un tiempo en que amaneció Colegiata, con canónigos y todo, y con un abad que el obispo de Palencia, a la vez conde de Pernía, nombraba, según guisa y criterio, y que, a mediados del siglo XVI consiguió jurisdicción civil y Criminal del lugar como lo atestiguo el rollo.
Pero todo esto es ayer. Hoy es solo belleza. Y no sé si este esplendor para la paz y el ojo tendrá mañana, por mucho que los políticos se aseguren que creer y decir esto es derrotismo. ¿Será por derrotismo por lo que estos lugares están cada año más silenciosos, y ya no saben dar de comer ni al cuerpo ni al espíritu de sus gentes, que se van, querido Juan José cuadros, de estas tus solas, desoladas tierras? Y mira que hay verdor para los ojos.
Estas tierra se están acostumbrando a ser gula del ojo, querencia del silencio, algo así como un museo vivo por el que, como museo, pasa la gente y no puede quedarse. Oiga, ¿y esto es bueno?
Marcelino era Académico de la Tello Téllez y poeta. En nuestro blog pueden encontrar un homenaje a su quehacer e interesantes textos publicados en nuestra Revista Literaria Pernía.
Hace algunos meses conocí a José Ramón García, un emprendedor que vino a establecer su segunda residencia en San Salvador, adquiriendo la antigua casa de Don Marcial, el médico. Su inquietud le lleva a refundar, junto a otros vecinos, la Asociación de La Pernía, con la idea de llevarla lejos, dotarle de unos mecanismos que no le hicieran perder su esencia a las primeras de cambio. Pero esto de las asociaciones es muy complejo, por fácil que parezca. Y no tiene largo recorrido, porque implica compromisos, gastos, desgaste físico y emocional y poco ayuda por parte de socios y vecinos. No es apuntarse y aquí me las den todas. Que es loable, que es aceptable, sin duda; incluso, necesario. Pero, ni independizándose económicamente, como él sugiere, se lograría mantener más allá de un tiempo prudencial.
Cartel definitivo de la Feria que se celebrará en Cervera de Pisuerga
Proyecto de Feria de la Cerveza pensado para La Pernía | Imagen cedida por José Ramón García
En esos planteamientos, con esa independencia se pretendía una feria de la cerveza en La Pernía que hubiera dado un buen meneo al contorno, amén de abrir aquí un acontecimiento atractivo, con ingresos para la Asociación e ingresos para el municipio para levantar un turismo a falta todavía de iniciativas que muestren los valores de estas tierras. Como ocurre con los emprendedores de corazón, José Ramón ya había adelantado dinero de su bolsillo para crear el logo marca, cartelería, merchandising... Había remitido el proyecto buscando la participación del ayuntamiento, que le ofrece el terreno, el uso de los baños y la instalación eléctrica, pero no la distribución a las casetas, por lo que entiende que no tiene sentido arriesgarse a sabiendas de que las primeras convocatorias no tienen garantizados los ingresos. Me adjunta el cartel preparado por una pequeña y reconocida empresa de diseño gráfico que podrán ver, con los cambios oportunos, si se llega a un acuerdo y se celebra en Cervera, con la colaboración del Ayuntamiento, que ha puesto buena cara, porque hay que reconocer que su alcalde no deja pasar una oportunidad para llevar cultura y espectáculo a su pueblo.
“Hace poco me dijeron que hay países fallidos, como Haiti, y municipios fallidos, como La Pernía. Me impresionó el fatalismo. Personalmente creo que se pueden remover conciencias e iniciar un cambio sin agredir a lo ya existente en ganadería y hostelería.”
Pero ese es uno de los viejos cuentos que no terminan de encajar aquí. Y no termina bien porque cada parte se aferra a lo suyo como si se lo fueran a quitar. No hay consenso de gremios. Nadie lo va a tener fácil si busca ayuda económica para un evento aunque, como las distintas ferias que se celebran y se mantienen en el municipio a costa de mucho más dinero, sirvan para convocar a tanta gente que viene desde todos los sitios y ayuda a mantener costumbres y tradiciones en esta parte de la montaña palentina.
He llegado al Curavacas desde casi todos los puntos. Por Resoba, cuando Marta Redondo llevaba la corresponsalía del Diario Palentino en Aguilar; por Polentinos, hasta tocar las escaleras, pasando noche en uno de los chozos; Desde Cardaño, en otoño del pasado año, guiados por Shaila Pereira, la rutera de mi blog; varias veces por Lores, varias por Casavegas para encontrarnos en el camino con el Bocarón del Cerraíllo, también conocido como Bocarón de Casavegas, Ojo de Casavegas o de Caloca, si bien el primer término es el que citan y prefieren los habitantes del pueblo; también por Vidrieros e, incluso, en varias ocasiones, hemos superado nuestro puerto y hemos llegado a Potes siguiendo una de las pistas, al borde de un enorme precipicio.
A veces tienes la impresión de que lo conoces todo, hasta que llegas a otro punto que te sorprende tanto o más que todo lo que viste anteriormente. Viví una sensación similar el pasado año en Soria, al visitar La Laguna Negra y ya expuse aquí mi comparación al respecto de nuestro Pozo Curavacas con aquella laguna soriana, a la que sólo le falta la atención de las autoridades cuando nieva, porque el resto ya lo tiene abierto y visitable, con carretera y aparcamiento que te deja a dos o tres kilómetros del fenómeno. Palencia tiene en su montaña una riqueza que se hace difícil de describir si quienes me leen por costumbre o por descuido no lo han experimentado. El mismo día que el Sevilla jugaba la Europa League en el Puskás Arena de Budapest me alié con Estalayo para visitar las lagunas y el Pozo del Ves, circo formado por la Curruquilla y el Pico de la Hoya Contínua, sin duda, como algunos calificaron, uno de los más bellos y recónditos parajes de la Montaña Palentina. Aunque algunos ruteros apuntan en wikiloc el punto de inicio y final en Cardaño de Arriba, nosotros lo hicimos desde Pineda. Si eliges la suya, debes llegar hasta este pueblo de Fuentes Carrionas y tomar la Senda del Pozo de las Lomas, hasta la Majada de las Vacas.
En esta ocasión, subimos por Lebanza, La Abadía, hasta asomarnos a Linares, el puerto de Polentinos, para bajar al Valle de Pineda, siguiendo el curso del Carrión. Cascadas, fauna y naturaleza a raudales.
En la última visita a Galicia recalamos de nuevo en Padrón. El topónimo de la villa procede de la palabra "pedrón", según los filólogos, una interpretación en la lengua gallega de la palabra piedra, que será fuente de inspiración para denominar así a la villa y al municipio. El pedrón es un altar de orígen latino dedicado al dios Neptuno que se localizaba en la margen izquierda del río Sar y que anteriormente fue reinterpretado como la piedra donde quedó amarrada la barca que traía el cuerpo del apóstol Santiago.
Sobre imagen De María Cardarelly - Fundación Rosalía de Castro, commons
Juantxu me sugiere comer en Padrón y visitar después la Casa Museo de Rosalía. Ya lo intentamos hace dos años, pero la imprecisión de las indicaciones, o nuestra mala interpretación de las mismas, nos dejó con las ganas. La cosa era intentarlo de nuevo y aprovechar así para confeccionar esta madeja dedicada a la memoria de Rosalía, una de las grandes poetas de la literatura española, que dio el último suspiro en esta casa de las afueras un 15 de julio, a la edad de 48 años. Rosalía no lo tuvo fácil ni para nacer, inscrita como hija de padres incógnitos y evitando el ingreso en la Inclusa gracias a la mediación de su madrina. Mientras hacemos un recorrido por las distintas salas, me imagino la cara de asombro de Rosalía, si despertara de improviso, ante la cantidad ingente de libros que se publicaron después de su muerte, cuando tan canutas las pasó para ver su primer libro impreso a los veinte años en Madrid. Sentirse, por fin, tantos años después de muerta, reconocida y admirada, después del vapuleo que sufrió por escribir en su propia lengua y las duras circunstancias por las que atraviesa en los últimos años de su vida, muy bien reflejadas en "Las Orillas del Sar". Yo también ando tarde para reconocerlo, pero esta visita inesperada me ha servido para reactivar mi admiración por ella. El acto tan logrado de su Cantares gallegos, que sirve de espejo a la comunidad y al mundo, la última petición a sus hijos para que quemen los trabajos literarios que, ordenados y reunidos por ella misma, dejaba sin publicar. Y la última señal de su poesía en aquella última petición a su hija Alejandra: "Abre esa ventana que quiero ver el mar". Un canto al amor, a las costumbres, a la sociedad rural en que vivió. Un canto al mundo que, aunque tarde, le hace una inmensa ola a su desvelo.
LA MADEJA
Cada viernes en la tercera de Diario Palentino
ROSALÍA DE CASTRO
Adiós ríos, adiós fuentes
Adiós, ríos; adiós, fuentes;
adiós, arroyos pequeños;
adiós, vista de mis ojos,
no sé cuando nos veremos.
Tierra mía, tierra mía,
tierra donde me crié,
huertecilla que tanto amo
higueruelas que planté.
Prados, ríos, arboledas,
pinares que mueve el viento,
pajarillos piadores,
casitas de mi contento.
Molino entre castaños,
noches de luz de luna
campanitas timbradoras
de la iglesia del lugar.
Zarzamoras de las zarzas
que le daba yo a mi amor
caminos de los maizales
¡adiós para siempre adiós!
¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento!
¡Casa donde yo nací,
dejo mi pequeño pueblo,
por un mundo que no vi!
Dejo amigos por extraños,
dejo vegas por el mar,
dejo en fin, cuanto bien quiero…
¡quién pudiera no dejar!
Adiós, adiós, que me voy,
hierbas de mi camposanto,
donde padre se enterró,
hierbas que he besado tanto
mi tierra que nos crió.
Ya se oyen lejos, muy lejos
campanas del manzanal
para mí, ¡ay! pobrecillo
nunca más me tocarán.
¡Adiós también, ay querida…
Adiós por siempre quizás!
Te digo este adiós llorando
desde la orilla del mar.
No me olvides, ay querida,
si muero de soledad…
tantas leguas mar adentro..
¡Adiós mi casa!, ¡mi hogar!
Amancio Prada. Grabación en directo del concierto
celebrado en el Claustro de San Benito
de Valladolid el 5 de julio de 2007.letra: Rosalía de Castro.
Después de una vida entera llevándolos por el camino de la montaña, es normal toparse de nuevo con un valle irresistible al senderismo como Babia. Tal debe ser el ensimismamiento, que aquella mirada perdida, como en otro lugar, ajeno a todo lo que te rodea, da como resultado esa sensación tan nombrada en todas partes, incluso por aquellos que desconocen la riqueza que encierra en todas las estaciones del año este valle leonés. La misma mención hace a este fenómeno de la abstracción mi amiga y colaboradora Francisca González desde Salamanca. “Estar en las Batuecas, también es estar distraído, con la mente en otro lugar, que son, todo sea dicho, estados que frecuento mucho, y en los que he vivido por temporadas ajeno a lo que me rodeaba. Pero no nos desviemos del asunto.
Peñalba de Santiago (León)
El topónimo de Babia deriva de Vadabia y algunos filólogos lo asocian con el vocablo vasco Ur. Lo cierto es que vuelvo a León, que allí se estableció Julián, el del Tren Burra y allí encuentro todo lo necesario para respirar y meditar buscando el origen de estos lugares tan nombrados. Toca esta tierra a Asturias por el norte, la comarca de Luna por el este, Omaña al sur y al oeste los Valles de Laciana, de donde procede mi colaborador y amigo desde la década de los ochenta, Victor Corcoba. La comarca leonesa tiene dos municipios que destacan del resto: Cabrillanes y San Emiliano y toda la zona es muy conocida por su gran belleza paisajística y por su tradición ganadera. Las gentes de Babia, antaño pastores, movían sus rebaños a Extremadura y allí se tiraban siete meses en los chozos de piedra, dándole a las migas o a la caldereta de cordero, lo mismo que nosotros en Pineda.
También sus puertos se arriendan por la temporada estival o son utilizados por los propios lugareños compartiendo pastizales con el ganado vacuno y el equino. Antiguamente subían a estos puertos 300.000 ovejas que llegaban en tren hasta Astorga o Villadangos. “Todo el mes de junio había ovejas en el camino», cuenta un babiano. Las que iban a los puertos orientales eran apeadas en Sahagún. Hasta el siglo XX hicieron el camino a pie. Terminada la temporada los pastores regresaban a su tierra y cuentan que al anochecer, cuando se juntaban todos ante el fuego, siempre había alguno que se quedaba transpuesto hasta que alguien se le acercaba y le decía: ¡Despierta, que estás en Babia!
Nunca le había puesto cara a la montaña desde la cima de Peñalabra. Lo he visto desde casa cada día y un poco más cerca desde Piedrasluengas, pero quería tocar su cima. Era una vieja promesa que se cumplió en mayo de este año, en compañía de José Luis Estalayo, el mexicano oriundo de Tremaya que desde enero no ha dejado ni un día de caminar por pistas y veredas, llenando su equipaje y las redes sociales de instantáneas hermosas.
El día señalado, tomamos el atajo en San Juan de Redondo, una pista recién acondicionada por el pueblo, que nos va llevando a lo que en el Libro de la Montería se denomina Peña Luenga, peña que marca el límite entre Palencia y Cantabria. A medida que nos acercamos a la cumbre, se van silueteando todos los rincones que conforman este valle, todas las alturas que conforman esta montaña. En este rincón apartado, como de cuento, viven en torno a cien personas repartidas en tres pequeños pueblos. Tremaya, al lado de la peña que toma su nombre, San Juan y Santa María. Es posible que el topónimo del valle provenga de los antiguos cotos redondos, áreas que fueron deforestadas con fines agrícolas por los colonos enviados para repoblar estas tierras durante los primeros periodos de la Edad Media. Si le damos al zum, al fondo de la Peña Tremaya se alza la Peña Redonda; abajo, a la izquierda, el Ribero Pintado; en medio de esa misma toma, a la derecha, las Peñas del Moro y, al final, en esa misma línea que trazamos por debajo de Tres Mares en torno al último pueblo, la Peña del Sol, perteneciente ya a Celada de Roblecedo. No muy lejos de donde nos encontramos, se alza la peña Abismo y detrás, a la derecha, el Curavacas.
Si la visión es inmensa desde estos 2018 metros de la cumbre -otros escriben 2029 metros, al socayo de esta crestería, en medio de dos comunidades, pienso en la frase de Miguel Angel, uno de los más grandes artistas de la historia, que recita de memoria Estalayo mientras grabo el paisaje: “Dime, oh, Dios, si mis ojos, realmente, la fiel verdad de la belleza miran; o si es que la belleza está en mi mente, y mis ojos la ven doquier que giran. “
Asomarse al mar en Zumaia es otra historia. Y eso ya lo imaginaron con anterioridad los promotores de Juego de Tronos, que una de las últimas temporadas la rodaron en la costa vasca. Los impresionantes acantilados dieron forma a Rocadragón (dragonstone), la Casa de los Targayen. Durante los meses de septiembre y octubre de 2016 llegaron al País Vasco procedentes de Irlanda, todo el elenco de la saga "Juego de Tronos". Jon Snow (Kit Harington), Tyrion Lannister (Peter Dinklage), Daenerys Targaryen (Emilia Clarke), Lord Davos (Liam Cunningham), Missandei (Nathalie Emmanuel). Los lugares elegidos para el rodaje fueron Barrika, que cedió para el rodaje la playa de Muriola; San Juan de Gaztelugatxe, donde la ermita deja paso al castillo de Rocadragón, dejando intacto el resto del paisaje.
Zumaia-Deba, Ruta del Flysch | @Curiosón
Zumaia-Deba, Ruta del Flysch | @Curiosón
En Zumaia, el enclave elegido es la playa de Itzurun, a la que nos asomamos desde la ermita de San Telmo, dedicada al patrón de los marineros. La imagen es impresionante, como inyectada sobre las rocas del Flysch que han ido creciendo a lo largo de sesenta millones de años en la costa vasca. Seguro que han podido verla en “Ocho apellidos vascos” (2014). Pero no es un camino de rosas el que emprendemos hoy. Se trata, y hay que decirlo, de una ruta “rompe piernas”, dieciocho kilómetros con múltiples desniveles, también con senderos desde los que te asomas a un verde espectacular y a esas playas salvajes. Se trata de una de las rutas más bonitas del País Vasco, a través de la costa, algunos tramos por el interior, con vistas hacia un verde espectacular que puede admirarse desde las zonas más elevadas. A medida que vamos avanzando, se nos van descubriendo nuevos escenarios, pequeños farallones, acantilados de formas extrañas que proyectan sobre el suelo sus formas, como si de esqueletos se trataran. Desde los altos, se divisa un verde intenso y en medio, pueblos y caseríos. Caminamos entre bosques, tan pronto subiendo, como tocando el mar. Si quieren ver algo diferente y extraordinario, la ruta del Flysch lo tiene todo. Un paisaje fantástico. Capas de cenizas volcánicas, originadas durante el Cretácico, que representan, dicen, diez mil años cada una. Nosotros hicimos el recorrido hasta Deba, donde descansamos y comimos para coger el tren después y volver a Zumaia a por los coches.
El día 21 de abril recibí un mensaje de Amando Vega, oriundo de La Ojeda, profesor en la Universidad del País Vasco, involucrado en lo que puede para que no se eche en saco roto todo lo que llevamos anotado sobre la necesidad de un revulsivo que devuelva la luz a estos rincones amenazados por la despoblación. Recuerdo lo que escribí a propósito de esta madeja de hoy, allá por 2012. Entre San Pedro de Moarves y Villabermudo -en terreno de la Vid de Ojeda- se encuentra en estado ruinoso la ermita de San Jorde. Me cuenta que el domingo 23 de abril se ha organizado una marcha en Zorita del Páramo, Sotillo de Boedo, Sotobañado, Priorato, Dehesa de Romanos, Prádanos de Ojeda, Herrera de Pisuerga y Villabermudo. De todos esos puntos salía gente para San Jorde a entonar un manifiesto contra la despoblación rural.
San Jorde de Ojeda | @Amando Vega
Casualidades de la vida, el día 22 cuando me escribe Amando, me encuentro en Autillo, un pueblo recién hermanado con San José de los Reynoso, en el estado mexicano de Jalisco, cuya fundación tuvo que ver con el noble Gutierre Pérez de Reinoso nacido en Reinoso de Cerrato en el 1120, de cuya población fue señor. Asistimos a la inauguración de una exposición que presenta mi colaboradora y amiga Francisca González del Castillo, en el Palacio nombrado de Doña Berenguela que unos meses atrás se encontraba en la lista Roja del Patrimonio. En 2019, los Tejerina se lo donan al ayuntamiento que busca y consigue recuperarlo. Unos y otros, desde puntos tan distantes, cada uno a su manera, interactúan para que quienes pueden y deben se pongan las pilas y defiendan y visiten estos sitios.
Hay situaciones que no cambian, no importa quién gobierne. Y que no importan en un elevado tanto por ciento a nadie. Tienes la impresión de que no se puede hacer nada, porque, cuando te importa algo de verdad, porque quieres al pueblo, porque naciste aquí, porque vuelves cuando puedes, porque estás en contra de esos olvidos que se van llevando nuestra esencia, te pones manos a la obra allá donde te encuentres y mueves lo que sea necesario mover para que alguien vuelva los ojos. Una cosa sí tengo clara, no me van a detener la incomprensión ni los silencios. Alguna puerta se abrirá.
Vivimos tiempos convulsos. No podemos cerrar los ojos a tanta acritud como se nos muestra cada día. Hay un hilo diario de violencia y muerte por doquier, que no podemos obviar, como si la muerte, que es un hecho palpable y ocurre cada día, no fuera con nosotros. Sabemos que ocurre a veces, les pasa a los demás, lo vemos por la tele, que un hombre ha matado a su esposa, que un hijo ha matado a sus padres, que una joven se ha suicidado; que un joven ha entrado en una escuela con un arma y ha matado a todos los que ha podido, no sabemos si lo ha hecho para alcanzar la fama o por probar qué siente uno matando a los demás sin conocerles de nada, aunque Sartre ya anunciaba que la violencia era un fracaso y Mari McCarthy, una escritora y ensayista americana se mostrara convencida de que con la violencia olvidamos quienes somos.
Charles Budelaire fotografiado por Gaspard-Félix Tournachon
“No hay motivos para la esperanza, sólo para la resistencia. Nuestra obligación es aguantar los vientos fétidos de la idiotez y el pudrimiento del mundo», así se expresa el filósofo Félix de Azúa, estudioso de la obra de Baudeleaire, que lo dirá, seguramente, por tantas cosas que a diario, en todos los frentes, entorpecen el ritmo de la vida, nos desalientan, nos deprimen y desgraciadamente influyen después en las decisiones que tomamos. Lo increíble es que cientos de personas sigan enganchados a esos programas del famoseo, “algo habrá que ver”, “con algo me tendré que entretener", te dicen y enseguida se les pega ese mal de juzgar a todo el mundo por lo que dicen de ellos estos chiquilicuatres, que ejercen de periodistas sin haber estudiado para ello.
Es la educación que recibimos, lo que luego encontramos a espuertas en cualquier sitio, sin entender bien hasta donde llega lo de cada uno y quien nos defiende de los bárbaros. No creo, como dice Felix, que no haya esperanza; lo que no hay es tiempo para cambiarlo todo y que se entienda. Pero también es verdad que todo pasa, como dijo el poeta, y que estamos obligados a buscar lo bello sin abandonarnos a ese pesimismo que por momentos no deja ver el cielo. Del pesimismo extrajo Baudelaire la poesía más grande de su siglo. Durante ocho años trabajó minuciosamente en “Las flores del mal”, lo que constituyó su principal obra y marcó un hito en la poesía francesa.
Desde una de las ventanas del Palacio de los Reinoso cualquiera puede pintar un bello cuadro. Paqui lo vio enseguida. Nos encontramos en Autillo, un pequeño pueblo de Tierra de Campos, cuyas primeras referencias documentales datan del año 1059, cuando aparece como cabecera de un alfoz en un documento del rey Fernando I el Magno.
Allí cambio impresiones con su alcalde, Ángel Castro Asensio. Casualmente, su hermano, Jesús María Castro, nacido en Autillo en 1948, fue alcalde de Aguilar en dos legislaturas, entre 1979 y 1995 y Senador por Palencia entre 1993 y 2000, uno de los políticos más activos de nuestra provincia.
Es curioso cómo se hilvanan las historias, como se engarzan las vidas, todo lo que nos une con este pueblo de reyes al que nos ha llevado una pintora salmantina, Francisca González del Castillo, que expone su trabajo hasta el día 22 de mayo en este local cedido al ayuntamiento, que no hace mucho tiempo se encontraba en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra, mansión en otro tiempo del mayordomo de Doña Berenguela, Gonzalo Ruiz Girón, señor de Frechilla, que servirá de refugio a la reina regente.
Invitado para que acompañara los trabajos de Paqui y Herminio Revilla con algunas canciones, pensé en la carta que alguien escribe para que su mentor le cuente historias de esta tierra, pensé en los versos del poeta castellano Gabriel y Galán, aquel maestro de Frades de la Sierra que se nos fue a los treinta y cinco años, y que explica en una de sus últimas cartas: "Mis paisanos, los salamanquinos, y lo mismo los extremeños, me quieren mucho, me miman. Yo también los quiero con toda mi alma y les hago coplas, que saben, mejor que yo, de memoria, porque las recitan en todas partes y hasta las oigo cantar diariamente a los gañanes en la arada".
Aquel gran poeta va a mostrarnos en su breve peregrinaje por la vida, todos los ingredientes que Paqui, salmantina como él, lleva a su pintura; lo que canta en silencio aquella inmensa llanura, lo que atesora el pueblo en aquel Palacio que le fue donado, el cuadro que uno mentalmente se hace desde aquella sala mirando al horizonte. Todo invita a disfrutar en aquel digno marco de las obras de dos grandes artistas.
El último sábado de febrero, con un tiempo propio de otros inviernos, acudimos a Villabellaco, aquel rincón de la montaña palentina con su senda y su arte, patria de dos grandes escultores palentinos: Herminio y Ursi. El camino más corto viniendo de Bilbao, es una ruta de montaña que se inicia en Reinosa, sube por el Alto del Bardal y atraviesa Olea y Valberzoso. Apenas hay circulación, la carretera no es mala y te permite conocer pueblos y valles preciosos a un lado y otro de la línea que separa ambas Comunidades.
En Villabellaco me esperaba Estalayo, con su marcado acento mexicano. Le acompañaba José Luis Medina Gallo, de Cervera, que predica en su Majada de Onda Cero los viernes. Acudieron también desde Palencia, Alfonso Santamaría y su esposa Juli, José Miguel Regoyo y el traumatólogo Antonio Riaza. Sólo faltaron a la cita dos invitados: José Antonio y Julián González Prieto, que venían de León, y a quienes un inconveniente de última hora había obligado a aplazar este viaje. No me fijé bien, pero estaríamos rondando algún grado bajo cero, normal para este tiempo y esta tierra que conoció inviernos tan duros. Me fijo por primera vez en un cuadro colgado en la parte superior de la sala más grande, junto a un grupo de figuras donde aparece el maestro Herminio trabajando la madera. Han pasado cuarenta años desde que le hicieron aquella foto y no ha sido de los que dicen “algo habrá que hacer”, o de aquellos que “lo van dejando todo para mañana”. En eso estamos todos de acuerdo. Ahí queda para muestra este rincón lleno de arte. No obstante, Herminio tiene un problema y es consciente. Se ha dedicado a trabajar sin descanso la madera durante los últimos 30 años. Su obra se ha conocido gracias al boca a boca, aunque inmerso en su trabajo, lejos de contubernios y tertulias, sin tiempo apenas para jugar una partida, ha echado a un lado lo importante que es la comunicación, airearse con otros artistas, exponer sus obras en eventos y ferias, acercar su obra al pueblo, no limitarse solo a realizarla y explicarla en su taller a los que van llegando. Naturalmente que queremos ayudarlo en el trámite más importante: la cesión de su obra tan relacionada con la historia de la montaña palentina. Queremos que lo conozcan las autoridades de los pueblos vecinos y que algún alcalde con iniciativa, sin que el autor pida nada por ello, se lo lleve a su pueblo y lo dé a conocer al mundo entero.
En junio de 1994, que ya llovió, como suele decirse, en la cocina de su casa Domingo me hablaba de un gran sueño. Un sueño que había tenido en la localidad de Casavegas, un pueblo con mucho encanto, cuya pista nos lleva hacia Pineda, con una parada obligada en el ojo de bistruey o mirador de Cerraíllo. Uno de esos lugares heridos de muerte por la despoblación, pero que milagrosamente resiste los embates del olvido.
Domingo Romero, Casavegas, 25 junio de 1994 | Norte de Castilla
¿Tú crees que la montaña palentina, los pueblos de la montaña palentina, tienen lo días contados?, le preguntaba entonces, y él, sin dudarlo, me dicta una respuesta certera, pronósticos que se han ido acentuando con el paso del tiempo y que dan de lleno en lo que ahora mismo nos rodea: “Desaparecer no, pero cada vez hay menos gente y más problemas.”“En Casavegas somos ocho vecinos, si ahora mismo hubiera un vecino más no podríamos vivir”. Han pasado treinta años de aquello. Recuerdo a su padre, Eliseo, un personaje singular, asintiendo ante los pronósticos de su hijo. Pero no es la muerte de los pueblos lo que les preocupa, es la agonía en la que viven, de ocho vecinos (1994) a poco más de media docena de habitantes (2023), renaciendo un pico importante cada verano e hibernando bajo mínimos el resto del año. El pasado verano, al entrar en el recinto de Cervera donde se celebra la Feria de Artesanía, Domingo me hizo señas para que me acercara y me entregó un par de morcillas de Cervera, sus morcillas, las de su empresa. Yo me acordé entonces de su sueño, cuando todo eran impedimentos para encontrar un terreno, levantar una nave, patentar un negocio. La importancia de mantenerse firme, a pesar de las trampas y el cansancio, construyendo no solo un espacio para desarrollarlo sino, principalmente, hacerlo en esa tierra que no tenía futuro y siendo ejemplo para otros emprendedores que hicieron cosas parecidas. Frente a ese inquietante “aquí todo son problemas, dónde van a estudiar tus hijos, un hospital a 150 kilómetros, como vas a tener ilusión en un pueblo de estos"… Domingo despliega su receta y deshace aquel nudo que le esta atormentando. Dice el refrán, hay que medir dos veces y cortar una, …pero hay que cortar”. Pues eso: soñemos, prosigamos, cortemos.
Entrevista más ampliada en nuestra página de Orígenes
Pasados los años, porque la memoria se va acopiando de otros datos, o porque comienzan las lagunas y te olvidas por momentos del nombre de las cosas, de las herramientas que manejas a diario; como te olvidas del nombre de las personas con las que hacía mucho tiempo que no te encontrabas, de la misma forma te olvidas también, un poco, de tu madre, que era, como la de cada uno, la mejor madre del mundo.
Josefina Rodríguez Simal
Yo la recuerdo feliz, no digo que fuera la más feliz aquellos días, porque es muy difícil medir los sentimientos, pero, en mi memoria, siempre veo su cara sonriente, su ánimo despierto para cualquier eventualidad que surgiera, manejando con tino aquellas jornadas tan largas, a medida que el Parkinson tejía sobre ella una especie de tela de araña que poco a poco iba reduciendo su movilidad, que incluso la paralizaba durante horas, acabando la jornada extenuada por completo. Era conocedora de su suerte y, temprano, en cuanto despertaba y se vestía, buscaba el camino del monte para respirar, para asomarse al sol, para coger cuanto pudiera de aquel aire, para alargar la vida, y pensar, y sentir, y soñar. Nunca me lo confesó pero estoy convencido de que pensaba con mucha intensidad en el precioso privilegio de estar vivos, y la oportunidad que le daba cada jornada para seguir soñando. Sabes que serán apenas unos días porque la vida es un instante de nada, que los avances no fueron suficientes, y para que no te embargue la negatividad, deducir si acaso que estás a un punto de dejar el infierno que aquel mal te depara. Yo describo en la novela Castilla la última de sus luchas, increíble que un cuerpo tan menudo resoplara como el volcán más grande, involuntariamente. Tenías la sensación de que se movía toda la casa. Jamás vi un desaliento en ella, ni una mala cara, ni una queja, ni un desplante. Jamás le oí decir, esto que me ha tocado, me está matando. Se evidenciaba en su rostro la tremenda fatiga, los temblores, el dolor, la pérdida del gusto y del olfato, la sudoración excesiva…, notas que fui dejando caer en un cuaderno a medida que avanzaba la noche. Sólo le cayeron dos lágrimas fugaces cuando le dije que volveríamos a vernos cuando se recuperara. Ella sabía de sobra que allí terminaba su viaje.
Desde antes de la pandemia y ahora con más motivo, porque estamos vivos y hay que celebrarlo cada día, todos los años en enero viajo a Galicia. La disculpa es visitar a mi amigo Juantxu y traerlo de vuelta a su hogar de Meñaka, pero confieso que voy, principalmente, por satisfacer mi curiosidad, por conocer pueblos y ciudades, de manera especial, por darle vuelo a mis sueños. Como decía Rosalía de Castro, esa enorme poeta gallega:
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños, sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?”
Curioso pilón en Xinzo de Limia
Este año se me encendió la bombilla al llegar a Ribadeo, capital de la Mariña Oriental, que importaba aguardiente de Riga cuando su puerto estaba en apogeo. Y aproveché para dar un largo paseo por la playa de las catedrales, en este tiempo que no es necesario hacer reserva para verla.
El año pasado recorrimos en tres días la Ribera Sacra, recorrido que pueden encontrar en mi blog o en la hemeroteca de este diario. Este año, además de Lugo y su muralla, que con más de dos kilómetros de longitud, ha terminado por integrarse en la estructura urbana, he visitado en compañía de Juantxu y de Pepiño, las torres de vigilancia del valle de Maceda. El valle de Maceda lo forman cincuenta y cuatro núcleos de población, villas y aldeas durmientes a los pies de la Sierra de San Mamede. De camino, en Xinzo de Limia visitamos el monasterio de Trandeiras, ya muy deteriorado. Nos hemos asomado a su jardín y hemos visto la fuente excavada en la roca. El agua corre por su canal subterráneo para llenar una piscina dedicada al regadío de los campos. A pocos kilómetros de Allariz he paseado por el bosque que tiene Ibarrola en Galicia. Y era casi obligado, después de tres años “enereando” por Orense, conocer su casco histórico y as Burgas. Los cronistas aseguran que estos manantiales han sido aprovechados con fines medicinales, religiosos, lúdicos y prácticos de muy distinto tipo.
Y te acercas a tocar el agua, como negando la evidencia. La temperatura exterior es de 2 grados y la fuente lo escupe a 60°, cuidado, que es verdad, que te quemas.
Dicen que desde Tapia de Casariego, un Concejo de la costa occidental asturiana, hasta Hondarribia, localidad situada a veinte kilómetros de Guipúzcoa, en la desembocadura del río Bidasoa, se dice “viento gallego” al viento del oeste. Sin duda, el que soplaba en Ribadeo a últimos de enero, fuera del norte o del sur, era gallego. Pero me desvié del camino para dar un paseo por la playa de las catedrales, que así se conoce a esta playa de Aguas Santas, en la costa de la provincia de Lugo. Por poner un ejemplo, el icono que viene a ser el monasterio de piedra para Aragón, lo es la playa de las catedrales para Galicia.
Entra el invierno, hay bajamar y no es necesario solicitar permiso para pasearla. En verano todo cambia, se establece un horario y un turno de visitas, se fletan autobuses para conocerla.
Hay varias caravanas en el aparcamiento y una docena de coches. Seguramente, la mayoría de los visitantes de aquella mañana ya conocen el lugar, yo es la primera vez que vengo y para mí, aunque ya he subido al blog fotos de amigos que han venido a esta playa en verano y lo nombran con entusiasmo otros compañeros que lo han visto, la famosa playa de las catedrales es un espectáculo en cualquier momento. Tiro cuarenta fotos de una mínima parte del recorrido. No he podido llegar a las formaciones más impresionantes que se encuentran al este, en la parte derecha de la playa, si miramos hacia el mar.
Me fijo en la erosión que ha ido provocando el mar en las pizarras y cuartitas que tuvieron su origen hace unos 500 millones de años en el hemisferio sur. El mar las ha zurrado sin descanso, hasta debilitarlas, formando de esto modo curiosas figuras; arcos y cuevas, acantilados sorprendentes, pasadizos como alfombras cuya observación te va llevando a tantas preguntas sin respuesta.
Una de las preguntas más frecuentes a propósito de esta playa es ¿qué tiempo es necesario para conocerla? Y los más puestos aseguran que un día entero. Es necesario visitarla con marea baja, bajo reserva en primavera y verano y con la posibilidad de realizar una visita guiada. Yo creo que llegué en el momento preciso, acompañaba el tiempo y dediqué una hora a recorrerla. No podía demorarme más. En Lugo me esperaba la muralla.
El 29 de febrero de 2020, al ser año bisiesto, nos fuimos de excursión por La Pequeña Suiza. Las hemerotecas cuentan que el 8 de agosto de 1905, el rey Alfonso XIII visitó Aramaio para saludar a su profesor de ciencias, don Francisco de Paula Arrillaga y, fascinado por la panorámica exclamó: ¡Esto es como una pequeña Suiza! Y lo es, sin duda. Y pudimos comprobarlo en un trayecto que nos llevó ocho horas de camino, con pequeños descansos, y que llegó a torcerse un poco en el último tramo, a tres kilómetros de Ibarra, acordándonos en repetidas ocasiones del mamón que grabó en la Wikiloc un tramo tormentoso de bajada. Pero de verdad que mereció la pena y en su momento tuve la ocasión de compartir las imágenes que muestran la belleza del lugar.
En un artículo anterior les hablaba de una bella ruta que parte de Apatamonasterio, en la comarca del Duranguesado. Me refiero a la ruta verde de Arrazola, donde también está presente el Amboto como punto de referencia. “La Señora de Amboto, siete hijos para la tierra, ninguno para el cielo”, dicho típico de Azcoitia, aludiendo al genio femenino llamado la Señora de Amboto, que, según la creencia popular, tiene ordinariamente su morada en una sima que existe en aquel monte. Hoy lo tenemos cerca, visto desde otro punto, un valle de una belleza sin igual, el valle de Aramaio. Aprovechando la visita, después de la ruta, puedes acercarte a la Ferretería de Aurtola o al caserío Salturri, declarados ambos patrimonio arquitectónico. Son lugares para ver y disfrutar. El caso es que, sin pretenderlo, aquella pequeña Suiza me trajo a la memoria en muchos aspectos a la nuestra de Pernía, también citada por algunos cronistas como lugar muy similar a aquel país europeo, famoso por sus centros de esquí y los senderos de excursionismo. Sus montañas son una pequeña recreación de aquel país. La bella localidad desde donde iniciamos el recorrido pertenece a Álava, pero se encuentra muy cerca de Bizkaia y Gipuzkoa, como escondida del mundo para preservar así sus ritos ancestrales.
Se recomienda hacer tan solo un tramo que podemos adaptar a nuestras posibilidades y estado físico o a nuestros acompañantes. Podemos realizar un pequeño picnic a mitad de recorrido, si optamos por el tramo más largo, o degustar la gastronomía de Aramaio en cualquiera de sus restaurantes, si elegimos la ruta más corta.
A mi me fascina la aparente facilidad de los youtubers para generar tantos seguidores en un minuto. Es una fórmula que debe dar seguridad. Al menos eso es lo que pensamos quienes no somos youtubers. Alguna vez nos sorprenden su triunfo con historias tan inanes, como su vestuario, su tocador o sus consejos, detalles que parecen apoyar la solvencia de aquel viejo refrán “coge fama y échate a dormir”, donde no se da crédito ni a la evidencia que merecía descrédito. Pero allá ellos y sus seguidores con esa premisa que no tiene fin y a la que se apuntan sin vergüenza montones de jóvenes que se procuran la misma suerte en esa ruleta de las redes sociales.
Desde luego que no lo quiero para mi. Eso es vivir arrodillado, cuando con piropos, cuando con palos. Y al final no sirve para mucho porque la vida son dos días y no encuentras el momento propicio para disfrutar de esas ingentes cantidades de dinero que dicen que se embolsan.
El colmo de esto es el suicidio hacia el que caminan y que, desgraciadamente, en ocasiones se provocan para obtener unos miles más de me gusta en su cuenta.
En cambio, me gustaría que sirviera con esas mismas premisas, excluyendo por supuesto la última, para dar a conocer nuestro románico, las rutas, la gastronomía, los pequeños pueblos; en definitiva, los orígenes, que es el título que figura en nuestra página de facebook. Que uno trabaja sin pedir nada a cambio por la tierra que quiere; que no solicita prebendas ni agasajos, porque se debe en buena medida a todo lo que la tierra le entregó, que muchas veces no se aprecia, pero que imprimió en él la huella, que le forjó el carácter; la leyenda que le provocó la admiración; el paisaje, que se quedó grabado en su interior, como una insignia que no se percibe pero que compara y prevalece ante la belleza de otras tierras. Y como no puede ser, porque, o lo tomas o lo dejas, pues me conformo con lectores agradecidos y entusiastas como ustedes, que hacen que se mantenga mi compromiso.
Herbert Marshall, erudito canadiense sentenció: “No hay pasajeros en la nave espacial Tierra: todos somos tripulantes.”
Y eso es lo que prevalece y se recuerda por encima de todo lo demás.
Y es cierto que nadie piensa en la muerte, como si la muerte fuera cosa de otros, o que no fuera a llegar nunca. Tampoco la despoblación parece que le preocupe a nadie. No ya a los que gobiernan, sino a quienes la padecen en cuerpo y alma. Aún con tantas negativas y silencios, confieso que estoy donde quería estar. Demasiado que eres consciente de que lo que tú vas a defender no cabe en esos formatos, ni preocupa a la ingente mayoría de la sociedad. “Quiero entretenerme” -te replica tu esposa cuando le afeas el gesto de poner tele 5.
Tu hablas de pueblos y despuebles, y eso no les importa ni a quienes lo padecen, que han pasado a un modo de silencio absoluto y definitivo dando a entender que, para vivir allí no hace falta reprochar las carencias sino habituarse a tantas pequeñas y reconfortantes cosas como se nos muestran en un lugar tan alejado de la supuesta civilización. El poeta Abraham Grajera seguro que disfrutó mucho, tanto como las respuestas que obtuvo al traducir las cartas de la poetisa norteamericana Emily Dickinson con las que abro esta madeja de hoy, llenas de poesía, que aparecieron en un cajón cuatro años después de su muerte.
“En esta breve vida,
no más larga que una hora.
Cuánto -cuán poco-
nuestro poder atesora.”
Nos sorprendería la cara que puso quien encontró aquellos sobres con tan profundas reflexiones:
”Una gran esperanza cayó, no escuchaste ningún ruído…” Dice Emily en otra de sus notas:
“El tiempo se llenó de tal manera que cuando se echó el pestillo y la puerta de roble se cerró me di cuenta como nunca antes de cuántas cosas queridas cabían en una única casa de campo”.
Concluyendo. Vagamos por mundos paralelos, pero cada día más sordos a los problemas y emociones del vecino, del familiar, del amigo. La vida se pasa en un minuto, lo sabemos, pero somos ciegos, aunque lo padezcamos en nuestra propia carne.
Y nos morimos sin remedio. No hay fórmula que lo impida. Aquí no queda ni el apuntador, pero parece que tenemos que dar momentos épicos, parece que nos complace dejar títulos y prebendas, que se vea nuestro poder, que se hable de nosotros, incluso después de muertos.