Si pudiésemos decir cuál es el camino, dejaría de ser el camino eterno. Si pudiésemos mencionar el nombre, dejaría de ser un nombre eterno. Todo lo que no posee un nombre es el comienzo del cielo y la tierra. En cambio, aquello que posee un nombre es la madre de los otros seres: quien eternamente desconozca la codicia, podrá contemplar lo más secreto. Quien eternamente posea codicia, sólo contemplará la superficie de las cosas. Y dice sobre las personas santas: Quien sabe no habla, un hablador nada sabe. El hombre santo obstruye la entrada de su casa, cierra sus puertas, despojase de sus escorias, deshace cada una de sus confusiones, atempera su brillantez, reúne su polvo. Por esto mismo es inalcanzable en su intimidad, inalcanzable para todo provecho, inalcanzable para todo daño, inalcanzable para todo homenaje, inalcanzable para toda futilidad. Así, vendrá el día en que el hombre santo será honrado en el reino, antes que los demás.