El tiempo se detuvo aquel día de junio
El tiempo pasa y pasa extremadamente rápido... Veloz, cual grupo de golondrinas que cada tarde surcan una y otra vez, en interminables vuelos casi, una pequeña porción del cielo que cobija a mi querido pueblo, Velillas del Duque. Y en particular, los entornos de la iglesia y su esbelta torre, refugio nocturno de todo tipo de pájaros; al igual que la que fuese en tiempos de mayor brillo del pueblo, la casa del maestro donde, en uno de los laterales de su prominente alero, algunas de estas avecillas tan veloces y chillonas de la mañana han ido construyendo con los años decenas de impecables nidos colgados de los salientes de la madera. Y que nadie ha destruido nunca, porque a nadie le perjudican en realidad.
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Paqui González del Castillo |
Y sería en este marco de paz y tranquilidad, cuando aquel día de junio de unos cuantos años atrás el tiempo pareció detenerse de golpe por unas cuantas horas. Y es que, un grupo de nosotros, vecinos un día del lugar, fuimos conscientes de habernos trasladado al pasado un buen puñado de años en el recuerdo y las vivencias.
Porque fuimos nosotros, aquellos chavales de entonces, a la sazón alumnos de la escuela del pueblo cuando niños, quienes quisimos, simplemente, homenajear en el mismo lugar que nos viera nacer y crecer tiempo atrás, a nuestra querida maestra de aquellos años, que tanto nos marcaría y ayudaría con sus enseñanzas en aquellos primeros pasos de nuestra etapa escolar. Y que, incluso para el pueblo en general, su llegada le supuso un primer acercamiento a la modernidad del exterior, imbuyéndole fuertes dosis de aire fresco y reconfortante. Nuestra maestra vivía en el pueblo y, como tal, pasaba a ser una vecina más en la vida del pueblo.
Por todo ello, entendimos que, “si de bien nacidos es ser agradecidos”, nosotros debíamos serlo también en este aspecto. Con este propósito tan noble de realizar un merecido y emotivo homenaje a nuestra maestra de aquel entonces, por sus enseñanzas y sus desvelos por todos nosotros, nos reuniríamos aquel día de junio en torno a ella y a nuestra escuela; en nuestro querido pueblo –Velillas del Duque-. Y con un coro de inquietas golondrinas alegrando la mañana en los entornos de la iglesia y de la casa del maestro; como si alguien las hubiese avisado del evento y quisieran contribuir al desarrollo del mismo con sus veloces y constantes carreras sobre nuestras cabezas en la perpendicular al cielo.
Y allí estaba ¡nuestra escuela!, la escuela de aquel ayer un tanto lejano ya, pero seguro que feliz para todos nosotros en aquel entonces. Nuestra vieja escuela que, a pesar de los años, seguía todavía en pie; aunque ahora, sacudida también por el signo de los tiempos, convertida en cómodo y agradable Teleclub, nos volvía a acoger aquel día.
Nuestra maestra, durante el tiempo que estuvo al frente de la misma en aquel medio rural donde se desenvolvería nuestra existencia diaria, supo llevarse el cariño y la admiración de todos nosotros, por su empeño y sus ansias diarias para que adquiriésemos la mayor cantidad posible de conocimientos que nos sirviesen luego en la etapa de adultos. Corrían entonces los que serían luego los míticos “años 60” de feliz recuerdo.
La emoción por el reencuentro, después de tantos años, recorrería el ambiente del pueblo desde primera hora del día y se palpaba tras cada esquina.
Al atardecer, el tiempo, que intuíamos se había detenido en Velillas aquel día desde primera hora de la mañana, volvería a ponerse en marcha y seguir su camino. Momento en el que, posiblemente, comenzó a desaparecer la magia que pareció envolver al pueblo… O puede que quedase instalada para siempre en el lugar. Y Velillas del Duque, volvería a entrar a continuación en esa especie de plácida tranquilidad en la que se desenvuelve el común de sus días.
Actualización Mar2025 | +726👀
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